lunes, 30 de diciembre de 2019

DALE CANDELA MUSIC FESTIVAL: VARIEDAD POR UNA BUENA CAUSA


Kafe Antzokia, Bilbao

Es evidente que las iniciativas solidarias mueven al paisanaje de a pie como un resorte. Todo el mundo quiere contribuir con su granito de arena y colaborar en algo grande que pueda cambiar la vida a la gente. Y más en una época donde ahí están las redes sociales para dar fe de lo que hacemos o dejamos de hacer en nuestro tiempo libre. Lo importante es apuntarse el tanto, quedar como el más comprometido del mundo mundial y así poder seguir pontificando desde un púlpito artificial sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que debe o no debe permitirse y hasta el entretenimiento que es lícito consumir. Nunca han existido tantas vocaciones religiosas como en los tiempos actuales.

Con las entradas agotadas con una antelación considerable estaba claro que un grueso importante del respetable se englobaría en ese grupo de gente que no suele ir habitualmente a conciertos, sino más bien intuimos que se trataría de conocidos o familiares de los oficiantes de la velada, meros hinchas del equipo local que luego no se les volvería a ver hasta otro evento similar. Por eso las escaleras del Kafe Antzokia, habitualmente reservadas para que los fotógrafos realicen su trabajo, permanecían ocupadas por chavalas a las que sentarse ahí mismo y tocar las pelotas al personal les parecería lo más normal del mundo. Hay que decir que otras personas, conscientes del tema, no dudaban en ceder el sitio a foteros por unos minutos sin siquiera pedírselo. La verdadera solidaridad, lo demás es postureo.

Lee Perk, abriendo el evento solidario.
Sin hacer más sangre del asunto debido a la vocación altruista de un evento patrocinado por Iberdrola, que según anunciaron los organizadores, corrió con todos los gastos, pasamos a detallar lo más destacable de la variopinta velada. Lee Perk abrieron en formato cuarteto con su rock n’ roll añejo de reconocida calidad, como ya hemos catado en ocasiones anteriores, y cortes bastante aceptables del calibre de “Born To Be Free” o “Stuck In Between”. De momento empezaba bien la cosa.

Un afectado por ELA agradeció la asistencia y desgranó detalles del acto, como el dato que comentábamos en el párrafo anterior, antes de que La Costa Oeste evocaran a The Band por su atmósfera country y The Fakeband alcanzaran uno de los primeros picos de la noche con sus impagables melodías a tres o cuatro voces herederas de The Eagles, Simon & Garfunkel y demás combos con predominancia de las cuerdas vocales. Su rollo americanista sosegado tampoco es de los géneros que más nos llame, pero de justicia es reconocer su descomunal pericia en las distancias cortas. Un valor seguro en cualquier sarao.

McEnroe y su íntima desnudez.
 Con una media de unos dos temas por banda, el ritmo era dinámico a tope y en algunos casos daba hasta pena que se piraran tan pronto, caso de McEnroe, que resultaron de los más ovacionados de la velada. Difícil resistirse ante la íntima desnudez de “Rugen las flores” o “Un rayo de luz”, torrentes de emotividad capaces de desarmar a un alma mínimamente sensible. Quizás su música no sea la más apropiada para animar un fiestón, pero la solidez interpretativa de Ricardo Lezón consigue todavía epatar al personal y mucho más.

Ante tanto oficiante reposado, los guitarrazos de inspiración noventera de “The Fall” de El Inquilino Comunista se tornaron un auténtico bálsamo para los aficionados al rock potente, si es que había alguno, aparte de un servidor, por la sala. Con un bajista desbocado total que enardecía a las masas era imposible que nada fallara, aunque el sector más joven les acogiera con cierta indiferencia. En su época, a nosotros eso del ‘Getxo Sound’ nos parecía de una pedantería insoportable y por eso huíamos como de la peste en cuanto distinguíamos aquel tufo elitista de la margen derecha, pero hoy en día, con otra perspectiva, hasta valoramos de forma positiva esa escena alternativa que se fraguó en un municipio en el que no abundaba precisamente la cultura rockera de ningún tipo. Sus  dos piezas se antojaron escasas y los fans lo expresaban de esta manera: “Qué pena, un poco más, por favor”. Triunfadores por derecho propio.
 
El Inquilino Comunista rescatando el legado de los noventa.
Margo Cilker & The Drunken Angels también exhibió vínculos con la península, a pesar de que esta muchacha californiana de nacimiento sea un culo inquieto que ha vivido en lugares tan variopintos como Montana o Bilbao, entre otros. Precisamente, sobre su estancia en la capital vizcaína trata “Bilbao Precipitation”, una pieza reposada en la que brilla su luminosa voz a lo Lucinda Williams, no en vano en el botxo ya capitaneó una banda tributo a dicha artista estadounidense. Por su prodigiosa voz se le perdona hasta que se pase de tranquila.

Still River llamaron la atención por su frontman y guitarrista que punteaba como un dios antes de que Los Brazos se metieran en el bolsillo a los fieles gracias a country apto para todos los públicos como “Not My Kind” y un “Free Bird” de Lynyrd Skynyrd que bordaron de principio a fin. No faltó ni siquiera el preceptivo baño de masas durante el mítico solo y hasta se atrevieron a dedicar algunos guiños a los múltiples invitados que copaban uno de los laterales traseros del escenario. Desenfreno colectivo.

Still River tocando el cielo.
Y si los ánimos andaban exaltados, subieron ya hasta lo indecible con The Hornies, cuyo cantante con traje rosa impactó de primeras a la afición mientras intentaba imitar los tonos rudos del Joe Cocker de “The Letter”, si no nos equivocamos. La facilona elección del “Proud Mary” de la Creedence nos resultó pachanguera a más no poder, por ser un tema trillado hasta la saciedad, como poco, y también por profesarle cierta manía desde que vimos aquel vídeo en el que lo interpretaba una popera consumada como Céline Dion, la típica pieza para los que van de rockeros pero no han escuchado ese estilo en su vida. El respetable lo flipó, eso sí.

Y ya en la recta final, a modo de colaboración conjunta entre grupos, sonó un inmenso “The Weight” de The Band en el que destacaron las impagables melodías vocales de The Fakeband, y un “I Shall Be Released”, también de Levon Helm y compañía, al que se apuntaron incluso los miembros de McEnroe. Un himno coral adecuado para desatar las gargantas.

The Hornies, con traje rosa.
 A modo de impresión general de la velada, quizás nos saturó tanto country reposado, así como el público irrespetuoso con los fotógrafos que se sentaba en las escaleras con sus santos huevos y ovarios, pero ya solo las soberbias actuaciones de McEnroe y El Inquilino Comunista justificaban más que de sobra la asistencia. Dejemos la bilis para otros momentos, había variedad por una buena causa.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA




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