Kafe Antzokia, Bilbao
Es evidente que las iniciativas solidarias mueven al paisanaje
de a pie como un resorte. Todo el mundo quiere contribuir con su granito de
arena y colaborar en algo grande que pueda cambiar la vida a la gente. Y más en
una época donde ahí están las redes sociales para dar fe de lo que hacemos o
dejamos de hacer en nuestro tiempo libre. Lo importante es apuntarse el tanto,
quedar como el más comprometido del mundo mundial y así poder seguir
pontificando desde un púlpito artificial sobre lo que está bien y lo que está
mal, lo que debe o no debe permitirse y hasta el entretenimiento que es lícito
consumir. Nunca han existido tantas vocaciones religiosas como en los tiempos
actuales.
Con las entradas agotadas con una antelación considerable
estaba claro que un grueso importante del respetable se englobaría en ese grupo
de gente que no suele ir habitualmente a conciertos, sino más bien intuimos que
se trataría de conocidos o familiares de los oficiantes de la velada, meros
hinchas del equipo local que luego no se les volvería a ver hasta otro evento
similar. Por eso las escaleras del Kafe Antzokia, habitualmente reservadas para
que los fotógrafos realicen su trabajo, permanecían ocupadas por chavalas a las
que sentarse ahí mismo y tocar las pelotas al personal les parecería lo más
normal del mundo. Hay que decir que otras personas, conscientes del tema, no
dudaban en ceder el sitio a foteros por unos minutos sin siquiera pedírselo. La
verdadera solidaridad, lo demás es postureo.
Lee Perk, abriendo el evento solidario. |
Sin hacer más sangre del asunto debido a la vocación
altruista de un evento patrocinado por Iberdrola, que según anunciaron los
organizadores, corrió con todos los gastos, pasamos a detallar lo más
destacable de la variopinta velada. Lee
Perk abrieron en formato cuarteto con su rock n’ roll añejo de reconocida
calidad, como ya hemos catado en ocasiones anteriores, y cortes bastante
aceptables del calibre de “Born To Be Free” o “Stuck In Between”. De momento
empezaba bien la cosa.
Un afectado por ELA agradeció la asistencia y desgranó
detalles del acto, como el dato que comentábamos en el párrafo anterior, antes
de que La Costa Oeste evocaran a The
Band por su atmósfera country y The
Fakeband alcanzaran uno de los primeros picos de la noche con sus
impagables melodías a tres o cuatro voces herederas de The Eagles, Simon &
Garfunkel y demás combos con predominancia de las cuerdas vocales. Su rollo
americanista sosegado tampoco es de los géneros que más nos llame, pero de
justicia es reconocer su descomunal pericia en las distancias cortas. Un valor
seguro en cualquier sarao.
McEnroe y su íntima desnudez. |
Con una media de unos dos temas por banda, el ritmo era
dinámico a tope y en algunos casos daba hasta pena que se piraran tan pronto,
caso de McEnroe, que resultaron de
los más ovacionados de la velada. Difícil resistirse ante la íntima desnudez
de “Rugen las flores” o “Un rayo de luz”, torrentes de emotividad capaces de
desarmar a un alma mínimamente sensible. Quizás su música no sea la más
apropiada para animar un fiestón, pero la solidez interpretativa de Ricardo
Lezón consigue todavía epatar al personal y mucho más.
Ante tanto oficiante reposado, los guitarrazos de
inspiración noventera de “The Fall” de El
Inquilino Comunista se tornaron un auténtico bálsamo para los aficionados
al rock potente, si es que había alguno, aparte de un servidor, por la sala.
Con un bajista desbocado total que enardecía a las masas era imposible que nada
fallara, aunque el sector más joven les acogiera con cierta indiferencia. En su
época, a nosotros eso del ‘Getxo Sound’ nos parecía de una pedantería
insoportable y por eso huíamos como de la peste en cuanto distinguíamos aquel
tufo elitista de la margen derecha, pero hoy en día, con otra perspectiva,
hasta valoramos de forma positiva esa escena alternativa que se fraguó en un
municipio en el que no abundaba precisamente la cultura rockera de ningún tipo.
Sus dos piezas se antojaron escasas y
los fans lo expresaban de esta manera: “Qué
pena, un poco más, por favor”. Triunfadores por derecho propio.
Margo Cilker &
The Drunken Angels también exhibió vínculos con la península, a pesar de
que esta muchacha californiana de nacimiento sea un culo inquieto que ha vivido
en lugares tan variopintos como Montana o Bilbao, entre otros. Precisamente, sobre
su estancia en la capital vizcaína trata “Bilbao Precipitation”, una pieza
reposada en la que brilla su luminosa voz a lo Lucinda Williams, no en vano en
el botxo ya capitaneó una banda tributo a dicha artista estadounidense. Por su
prodigiosa voz se le perdona hasta que se pase de tranquila.
Still River llamaron
la atención por su frontman y guitarrista que punteaba como un dios antes de
que Los Brazos se metieran en el
bolsillo a los fieles gracias a country apto para todos los públicos como “Not
My Kind” y un “Free Bird” de Lynyrd Skynyrd que bordaron de principio a fin. No
faltó ni siquiera el preceptivo baño de masas durante el mítico solo y hasta se
atrevieron a dedicar algunos guiños a los múltiples invitados que copaban uno
de los laterales traseros del escenario. Desenfreno colectivo.
Still River tocando el cielo. |
Y si los ánimos andaban exaltados, subieron ya hasta lo
indecible con The Hornies, cuyo
cantante con traje rosa impactó de primeras a la afición mientras intentaba
imitar los tonos rudos del Joe Cocker de “The Letter”, si no nos equivocamos.
La facilona elección del “Proud Mary” de la Creedence nos resultó pachanguera a
más no poder, por ser un tema trillado hasta la saciedad, como poco, y también
por profesarle cierta manía desde que vimos aquel vídeo en el que lo interpretaba
una popera consumada como Céline Dion, la típica pieza para los que van de
rockeros pero no han escuchado ese estilo en su vida. El respetable lo flipó,
eso sí.
Y ya en la recta final, a modo de colaboración conjunta
entre grupos, sonó un inmenso “The Weight” de The Band en el que destacaron las
impagables melodías vocales de The Fakeband, y un “I Shall Be Released”,
también de Levon Helm y compañía, al que se apuntaron incluso los miembros de
McEnroe. Un himno coral adecuado para desatar las gargantas.
The Hornies, con traje rosa. |
A modo de impresión general de la velada, quizás nos saturó
tanto country reposado, así como el público irrespetuoso con los fotógrafos que
se sentaba en las escaleras con sus santos huevos y ovarios, pero ya solo las
soberbias actuaciones de McEnroe y El Inquilino Comunista justificaban más que
de sobra la asistencia. Dejemos la bilis para otros momentos, había variedad
por una buena causa.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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