miércoles, 14 de octubre de 2015

DEAD BRONCO: UNA COPA DE BOURBON EN EL INFIERNO



Kafe Antzokia, Bilbao

Están muy de moda los banjos y demás. De un tiempo a esta parte hay un furor tremendo por la llamada música de raíces, ya sea el folk tradicionalista del terruño americano o ese bluegrass de las montañas Apalaches que debe su nombre a la poa de los prados, una gramínea frecuente en la zona de Kentucky y en el sur del Estado de Ohio. Y no nos podemos olvidar tampoco del country macarra de Bob Wayne o Hank Williams III, miembro de una histórica dinastía de Nashville que no necesita presentación alguna.

Existen asimismo los que tienen un poco de todo lo anterior, como los getxotarras Dead Bronco, que lo mismo se arrancan con el country, el punk, el bluegrass o el rockabilly, en una amalgama perfecta con las barras y estrellas como denominador común. Disponen únicamente de un par de discos, pero sus notas poseen la consistencia de los whiskys curtidos durante décadas. Y pensar que esta historia se originó de forma casual en 2012 cuando el estadounidense Matt Horan decidió unirse a un grupo de músicos callejeros. Y así hasta hoy.

El jefazo Matt Horan.
 Si en ocasiones anteriores ya habían petado los recintos, era de esperar que volviera a suceder una gesta similar. Se había conformado además una noche de hillbilly y rock n’ roll con otras dos bandas de reputación considerable por estos lares, alguna incluso hasta había tomado la alternativa hace nada al encabezar una velada en el Kafe Antzoki.

Ante un personal variopinto hasta la médula, con una amplia gama de camisetas que iban desde Annihilator a Los Carniceros del Norte, aparte de las preceptivas camisas de cuadros pastorales, abrieron la sesión General Lee en formato dúo, proyecto paralelo con miembros de los Bronco y que le dan más bien al swing añejo, el rockabilly y la ortodoxia cincuentera. 


Pegaban muy en la onda también Moonshine Wagon, con su violinista con sombrero y barba frondosa que encajaría sin problemas en el porche de una plantación algodonera. Estos vitorianos se están moviendo mucho por la zona, hasta han encabezado sus propios bolos en ese mismo lugar, aunque lo cierto es que su palo nos resultó demasiado bucólico, muy bailable y ajeno a la rabia punk de otros combos de su rollo. Eso sí, en cuanto a actitud, nada que reprochar, pues saben de sobra animar a las masas bajando a desparramar o colocándose en el borde de las escaleras, a ras del suelo. Tan evocadores como un capítulo de ‘La casa de la pradera’.

Es todo un puntazo acudir a un concierto de hillbilly y encontrarse a un cantante que rinde pleitesía al death metal, si nos daba por fijarnos en la camiseta que llevaba. A pesar de su tradicionalismo, Dead Bronco nunca han escondido esa actitud macarra de escupir al suelo y beber hasta reventar, un tema recurrente en sus canciones.

Hillbilly y death metal.
Con unas gogós espontáneas situadas a un lado del escenario, la locomotora echó carbón a la caldera de primeras con “Lonesome Bedtime Blues” y los getxotarras no tardaron en mandar levantar cervezas antes de que el voceras Matt diera un beso a su rubia particular. Y deudora de esa pose de tipos duros mascadores de tabaco sería “Liberation Of A Married Man”, aunque tal vez en un inicio los encontrásemos algo más tranquilos que en ocasiones precedentes.

Uno de los momentazos fue sin duda el apabullante “Freight Train”, con su cantante agitando la cabellera y poniendo voz cazallosa, si se hubiera bebido de trago una botella de Bourbon no habría desentonado en absoluto. Y de estampa resultó asimismo la colaboración de una chica con camisa de cuadros a los coros, muy competente en lo suyo, con tonos cálidos que te llevaban hasta ranchos, mecedoras y demás.


Su lado relajado no nos disgustaba, pero donde de verdad nos ganaban es en sus cortes acelerados y desafiantes tipo “Stupid Man”, pildorazos de apenas un par de minutos que entran con idéntica facilidad a un chupito de licor y dejan una ansia similar en el cuerpo, de inmediato uno siente la necesidad de tomarse otro…y otro.

Menos mal que existen instantes para bajar el pistón y regodearse en el sabor de la tierra, “Take Me Home” sería un ejemplo bastante atinado en ese aspecto. Y “Big City Mama” desató bailoteos acompasados por el recinto igual que si estuviéramos en un rodeo, hasta algún irrintzi se pudo escuchar en lontananza.

Muy agradecidos se mostraron por tocar en “fucking casa” después de una reciente gira europea y Matt preguntó si queríamos “todo o solo la puntita” tras la demoledora “Penitent Man” a tope de revoluciones. Amenazó con tocar en los bises una de Beyoncé, pero falsa alarma, “Old Cold Mountain” añadió la épica necesaria en los estertores y acercó una vez más la voz de Horan a la del inmortal Johnny Cash, la omnipresente sombra que sobrevuela en cada uno de sus bolos. Lo cierto es que uno se podría imaginar tranquilamente a este guiri con una panda de presos como público.

“California Blues” constituye un arrebato a las esencias, no en vano el vocalista se declaró “sureño” por encima de americano, y el recital acabó repartiendo tareas en el escenario con sus compis Moonshine Wagon, en un alegato de hermandad estilística, compartiendo mano a mano una copa de Bourbon en el infierno hasta desfallecer. Al margen de los gustos de cada cual, no se puede negar la autenticidad que desprendió la velada. Ya lo dicen los Dead Bronco en su web: “Si les ven por la carretera… ¡piten la bocina!”.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN

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