martes, 20 de octubre de 2015

HARDBONE: 110% ROMPECUELLOS



Sala Satélite T, Bilbao

Existe toda una tradición de escritores aguerridos, tipos que exhalan testosterona por cada poro de su piel, al margen de lo políticamente correcto y con fama de pendencieros, esos que podrías encontrar acodados tranquilamente en la barra de cualquier bar. Hablamos del gurú Bukowski, el influyente aventurero Hemingway o el precursor del realismo sucio y descarnado Louis- Ferdinand Céline, del que cuentan que incluso se rió cuando le abrieron las entrañas.

El equivalente musical a tanta bravura literaria serían sin duda todos aquellos discípulos de los tres acordes más o menos acelerados que siguen a rajatabla las enseñanzas de AC/DC o Status Quo, adalides máximos de la sencillez y acompañantes sin pretensiones de cualquier juerga de sábado noche. Nadie en su sano juicio se animaría a discutir de Kant o Descartes tras cuatro o cinco cervezas. Hay que pasarlo bien y punto. Las comeduras de tarro para los días laborables.

Los Hardbone, fans de Ska-P.
Después de su apoteósica descarga en La Nube el año pasado, llevábamos las expectativas elevadas casi hasta el infinito, conocedores además del gusto de estos germanos por la juerga y lo políticamente incorrecto. Pero el ambiente era sustancialmente diferente al de la otra vez, ya no prevalecía esa sensación de estricto underground, se había corrido la voz y unos cuantos metaleros de las inmediaciones acudieron a la llamada, prestos a agitar cabelleras como si no hubiera un mañana.  

No hay demasiadas sorpresas en los bolos de los hamburgueses Hardbone, encienden el interruptor en un instante y una corriente recorre el cuerpo arriba abajo cual si hubieran pisado un cable de alta tensión. Glorificando los instintos primarios, apelaron en un inicio a la confraternización alcohólica en “Bottlemate” antes de fijar la vista en las féminas en “Take It Off”, otro de sus temas recurrentes. Por desgracia, en esta ocasión no disponían de un cartel con un par de pechos anunciando el concierto para poder hacer coñas al respecto.


Sus habilidades en las distancias cortas permanecían tan imperturbables como su estilo básico, con coros muy currados y riffs potentes de los que incitan a pillar una escoba o cualquier objeto alargado que uno tenga a mano. El voceras graznaba a lo Brian Johnson, según su costumbre, y con semejante falsete debería acabar totalmente reventado tras los bolos, afónico perdido. Aunque a veces parecía que la cerveza se convertía en una suerte de brebaje mágico que le permitía desgañitarse las cuerdas vocales durante horas. Un tipo con mucho aguante.

Uno de los cortes más accesibles de su último lanzamiento ‘Bone Hard’ es “Sound Of The City”, un ejercicio entre tantos de pura ortodoxia rockera. No había espacio para las grandes florituras, pero enganchaban igual que la cerveza barata o el vino peleón, aquí nadie venía a degustar sabores o a admirar armonías o prodigiosos cambios de tercio. “Move On”, por ejemplo, con un comienzo a lo “For Those About To Rock (We Salute You)”, contiene los elementos necesarios para enardecer a las masas: un ritmo adictivo, estribillo para cantar bebida en alto y una letra que tampoco va más allá de la juerga de una noche. ¿Para qué quieres más?

“Cannonball” era asimismo otro trallazo para el desmadre, al igual que la reivindicativa “This is Rock N’ Roll”, ideal para que proliferaran las guitarras imaginarias. Y su vena políticamente incorrecta, bastante más comedida que en su pasada visita a Santutxu, reapareció con “Walking Talking Sex Machine”, que el vocalista calificó como una pieza de “mucho amore”, y con “One Night Stand”, donde siguieron apelando a la entrepierna, que al fin y al cabo era lo que levantaba mayor entusiasmo.

Con la multitud enardecida ante la llamada de lo primario, el guitarrista se paseó por el recinto exhalando feromonas, mientras el frontman correspondía al entusiasmo de la audiencia cediendo el protagonismo a un espontáneo con armónica, quedó tan encantado con la colaboración que terminó diciendo que tenía “el blues”. Pese a que ni de lejos se alcanzó el buen rollo de su otro bolo de hace un año, eso no implica que no hubiera conexión entre artistas y público, unas barreras que suelen derribar sin problemas a la primera de cambio.

Nos ganaban con su lado macarrilla, aunque lo hayan domesticado ligeramente, y píldorazos como “Wild Nights” levantarían a un muerto. Básicos, pero resultones, sin apartarse un milímetro de sus premisas, “Young Blood” constituye otra oda a la pura electricidad y “Hellevator” persigue esa senda infernal que cobra pleno sentido en las distancias cortas, se les nota que han pateado garitos a destajo.


Como son tíos fáciles, no dudaron en condescender con unos bises en los que volvieron a derrochar testosterona, caso de “Girls & Gasoline”, el carburante imprescindible por el que se mueven estos alemanes. Y en “One Last Shot” pensamos que la imperturbable chica del puesto de merchandising bien que merecería unos cuantos chupitos. Eso lo cambia todo. Cuestión de perspectiva.

Toda una sesión de rompecuellos que daba absoluta vigencia a aquella leyenda que ponía en una de las camisetas: “110% Rock N’ Roll”. Y “0% Bullshit”, nada de basura, añaden en su web. La garantía de que únicamente ofrecen ingredientes de alta calidad en sus shows. Jamás te darán carne de caballo.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN

No hay comentarios:

Publicar un comentario