jueves, 1 de octubre de 2015

SHE PAST AWAY: UN RAMO DE FLORES NEGRAS



Sala Wurlitzer Ballroom, Madrid

Las canciones se asocian a recuerdos. Es inevitable. Sensaciones que van agolpándose en la mente de los individuos hasta conformar una historia personal e intransferible. Y ya puede dar igual lo mucho o poco que suenen en determinados garitos, hay notas concretas que despiertan cascadas de momentos con tanta intensidad como la famosa magdalena de Proust. Son un detonador indispensable en la existencia, la cuenta atrás que nunca deseamos que llegue.

Todo esto pasaba por la cabeza de un servidor en la segunda venida a la capital de los turcos She Past Away. Les tocaba en esta ocasión una sala de mayor aforo, lo cual posibilitó que acudieran aquellos que antes renegaban de ellos o tal vez los que los acaban de descubrir hace nada, pese a que llevan ya un tiempo bastante machacados en el ambiente oscurillo.


Porque sus conciertos a día de hoy se han convertido en un evento social donde se da cita lo más granado del gotiqueo madrileño, pero aquí nadie lleva pamelas ni abanicos, sino un luto riguroso que se vislumbra en lontananza, alguno con el cardado de los domingos y fiestas de guardar y hasta se dejó caer por allí la prestigiosa diseñadora de moda Maya Hansen, que ha vestido a celebridades como Lady Gaga, Anne Igartiburu o Paz Vega.

Quizás atraídas como moscas a la miel, abundaban por el recinto las tías con clase, que movían ligeramente la cabeza o se pasaban un rato considerable consultando el móvil. La excesiva espera hasta que salieron los turcos dio tiempo más que de sobra para fijarse en el paisanaje, que casi se agolpaba incluso en las puertas de los baños, y hasta uno de los artistas tuvo que pedir permiso para subir al escenario.

La pose de Volkan recordaba a Robert Smith.
Con un retraso imperdonable para la víspera de un día laborable, She Past Away nos arroparon en breve en su manto tenebroso y sintético con “Sanri”, una de las piezas claves de ese debut que ya les ha situado por los siglos de los siglos en la historia de la música gótica junto a Bauhaus, The Cure y demás luminarias. Al contrario que en la ocasión precedente, el sonido acompañó en todo momento y lo único que cortó el rollo fue su desmedida tardanza en aparecer.

No se ha sentido demasiado la marcha de su bajista Idris Akbulut, puesto que tanto el teclista Doruk como el carismático voceras Volkan se compenetran con una precisión asombrosa y proporcionan una madeja sónica sin puntos flacos, cuyos pregrabados tal vez resten cierto elemento de espontaneidad exigible en cualquier bolo, pero para nada desmerecen sus ritmos hipnóticos, aunque la batería electrónica podría haber sonado con más garra.

Oscuridad sintética.
Atreverse con alguno de los cortes de su primer disco era un éxito asegurado, auténticos llenapistas  del calibre de “Ritual”, que incitaba a las féminas a menearse con una fruición desmedida, alguna hasta pegó saltitos y todo. Otra historia eran los temas del reciente ‘Narin Yalnizlik’, que se acogían con la misma frialdad con la que las vacas ven pasar el tren, pese a que “Katarsis”, por ejemplo, levantó el pabellón.

Lo cierto es que su último material no ha triunfado mucho en el ambiente oscurillo porque sucede lo mismo que con The Smiths y la trayectoria en solitario de Morrissey, no es que se trate de un producto malo, sino que el listón puesto anteriormente está demasiado alto y ante eso no cabe comparación posible, más de un grupo se daría con un canto en los dientes por firmar cualquier manojo de temas potables. Por lo menos hay que agradecer ese enfoque que han adoptado cercano a The Cure en varios cortes que podría emocionar hasta a Robert Smith. Les pegaba más el bailoteo dark wave.


Uno de los picos del espectáculo se alcanzó en “Kasvetli Kutlama”, lo mejor de su repertorio y que debería pincharse hasta rayarla en garitos góticos, aquí la voz de Volkan se elevó y adquirió un eco similar al de un pobre infeliz recluido en un pozo. La glorificación de la miseria absoluta.

Casi se acercaron a un synth-pop negro como el tizón en “Yanimda” antes de que “Insanlar” certificara el poderío de ‘Belirdi Gece’, pieza fundamental para entender el movimiento gótico contemporáneo. Para valorar la revolución que ha supuesto en el ambiente, mencionar que ha conseguido que los DJs de sota, caballo y rey que tanto predominan por ahí hayan optado por el aperturismo en su repertorio y se animen a incluir música de esta década. Bienvenidos a la democracia.


Y si en la gira anterior se atrevieron a versionar “Allegedly, Dancefloor Tragedy” de Suspiria, volvieron a demostrar clase y conocimientos muy reseñables del rollo al rescatar “Fate” de For Against, combo de post punk/shoegaze de Lincoln (Nebraska) que únicamente los catedráticos de la movida reconocerían. Molaba más la original por su aire a lo The Essence, aunque no desentonó con la nueva fijación de los turcos por matices más atmosféricos. Esto es de notable.

Lo que me sobró por completo fue la repetición de un par de temas en los bises, el típico truquillo de artistas de radiofórmulas que ya no saben qué hacer para contentar a la audiencia y tiran por lo fácil. Un par de versiones de la categoría de la antes mencionada habrían valido para desencadenar el éxtasis. Una lástima, suponemos que el depender de las máquinas a veces provoca cosas como esta.

Nos quedaremos empero con ese ramo de flores negras con el que nos obsequiaron desde tierras antaño imperiales, brotes en ocasiones delicados pero que no pierden de vista la oscuridad profunda en la que fueron engendrados. Tan contradictorios y rotundos como un vestido de cuero.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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