jueves, 20 de diciembre de 2018

COBRA: WHISKY RESBALANDO


Kafe Antzokia, Bilbao

Distinguirse entre la aborregada multitud debería ser todo un logro en los tiempos que corren. En un mundo de fotocopias impostadas o tipos que se sienten especiales y que en realidad se tornan tan vulgares como aquellas esfinges sin enigma que describía con tanta precisión Oscar Wilde. Porque si algo de verdad escasea hoy en día es una personalidad apabullante y sin complejos capaz de desafiar modas pasajeras y agobiantes paladines de lo políticamente correcto. Que se sienta en varios metros a la redonda el golpe sobre la mesa.

No resulta nada habitual en una tierra tan marcada por las esencias milenarias dirigir la vista hacia el otro lado del Atlántico, en concreto hacia un campo tan poco explorado por estos lares como el que transitan Clutch, Soundgarden o el sludge pantonoso de Down, sin duda, una de las grandes influencias de la superbanda Cobra. Tampoco es nada frecuente esa fijación por el séptimo arte en una época que cada vez valora menos el celuloide en pos de la inmediatez  y ligereza que solo pueden ofrecer las redes sociales o infectos estercoleros televisivos. 


Ha llovido desde que editaran su tercer disco de estudio ‘Riffyard’ en 2016, pero siempre es necesario cerrar de alguna manera las diferentes etapas. Y una buena alternativa parecía recurrir a una plaza tan emblemática en el País Vasco como la del bilbaíno Kafe Antzokia, que cosechó una afluencia bastante digna para tratarse de un día laborable. Un respetable variopinto con predominancia de hembras tatuadas recibió a esta coalición de talentos, aunque el evento se prolongara hasta pasada la medianoche. Quizás debieron haber empezado antes, más que nada por los que curraban la jornada siguiente.

Lo cierto es que pensábamos que nos aburriríamos como las piedras con la espesura doom de Funeral Sun, capitaneados por el guitarrista y vocalista Javier Gálvez tras la ruptura de los laureados Horn Of The Rhino. Pero ya lo hemos afirmado en otras ocasiones, cuando las cosas se ejecutan con pasión, llama la atención hasta un recital de txalaparta, por muy ajeno que uno se sienta al rollo. Y era apreciable que después de enfilar varios temas la peña ya anduviera moviendo la cabeza con entusiasmo ante sus cantos agónicos en los que de vez en cuando se vislumbraba la huella de Alice In Chains, a la par que jugaban mucho con las atmósferas lúgubres. Música para invocar el apocalipsis.

La espesura doom de Funeral Sun no exenta de fuerza.
 Siempre es conveniente ir al grano de primeras y eso Cobra lo aplican con solvencia al recurrir a los riffs mayúsculos de “Skull & Bones” que certifican que su sonido en directo sigue siendo de los de dejar el culo torcido. “Red Tops” no desmerece en absoluto en empaque antes de que “Winchester” aminore algo el ritmo, no sin regodearse en la contundencia. Completa la terapia de choque, así sí que se pone uno en modo de concierto.

“¡Flipao!” gritaron al carismático vocalista Lete, que respondió a la gracieta diciendo: “Sí, muy flipao”. Se les notaba con ganas de pisar las tablas y eso se reflejó en la profesionalidad con la que bordaron un repertorio versátil, con notas más arrastradas tipo “Randolph Aviator”, remitiendo a la escuela de Metallica en “Ground Zero” o a clásicos tipo Black Sabbath en “Memories”, con un riff tan cadencioso como el de “Children Of The Grave”. Lo hemos mencionado ya antes, pero no podemos dejar de destacar que los grupos del terruño no suelen moverse en coordenadas tan americanófilas. Probablemente llenarían recintos con mayor facilidad si no existiera ese prejuicio tan aldeano nuestro de valorar más ciertos combos simplemente por el hecho de ser de fuera. El talento desmedido no entiende de fronteras.


“Zaldun Inaute Berpiztuak” certifica su predilección por los sonidos del otro lado del charco, mientras que los coros de “Rebel Scum” evocan lejanamente a Berri Txarrak, el grupo donde actualmente milita el bajista David González, habrá que ver si tras la anunciada desaparición de estos cambia el enfoque de este proyecto. No olvidemos que el batería Ekain es también uno de los grandes pluriempleados del panorama estatal, pues aporrea asimismo en los alternativos Dinero o en la delicatesen soul/blues de Morgan. Coincidir debe asemejarse a todo un encaje de bolillos.

La respuesta del personal fue muy entusiasta y algunos se animaron tanto que hasta hubo un simulacro de “wall of death”, pero ya se sabe que por estos lares no suelen cuajar esas cosas. El cantante Haritz miraba desafiante a la audiencia, consciente de que la mayoría comía de su mano. La sintonía en ningún momento estuvo en cuestión, pues los saltos y movimientos de melenas iban en aumento.


“Miyagi” incrementó la temperatura y el voceras no dudó en pegar un bote desde la batería y no se cortó tampoco a la hora de pasearse por el borde de las escaleras que separaba artistas y respetable. La tralla casi punk de “’70 Challenger” terminaría de confirmarles como uno de los grupos de la zona con un directo tan arrollador. Y “General Lee” sirvió para despedirse con el pabellón bien alto, no sin antes amagar con el riff de “Heaven & Hell” de Black Sabbath, o eso nos pareció.

Reservaron para la vuelta munición pesada del calibre de “Come On Now”, otra orgía de sonoridades vigorosas, y en su ya conocido “Rosebud” mandaron hacer pogo, pero fue muy reducido, quizás la peña no estaba para tales esfuerzos entre semana. Y “Life Is Too Short To Drive Slowly” evidenció la ruptura de la frontera entre músicos y parroquianos con el micro entregado cual hostia sagrada a los fieles antes de que Lete se fuera a desparramar por ahí. Como uno más. Pura humildad.

La pegadiza melodía por los altavoces del “True Survivor” del icono ochentero David Hasselhoff indicaba que aquello ya estaba finiquitado y visto para sentencia. Casi se podía sentir el aliento de los pantanos, los cocodrilos o ese whisky resbalando al que hacen referencia en “Crossroads”. Que pongan otro chupito más. A su salud.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN


  

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