Sala Caracol, Madrid
Todo el mundo sabe que hay temas que son para salir de
fiesta y otros que deberían evitarse. Por ejemplo, no cabe en ninguna santa
cabeza ponerse a discutir en plena madrugada sobre la inmortalidad del alma o
la obra filosófica de Kierkegaard, por mucho que el pensamiento hipster invada hasta los más profundos
rincones. En cambio, siempre serán bienvenidas las conversaciones sobre música,
chicas, libros, cómics o cualquier otra afición sana que se tenga a bien
cultivar, como si se trata de la cría de bonsáis o de langostas.
No hace falta escuchar demasiadas canciones de los
malagueños Airbag para darse cuenta de que abogan claramente por lo segundo,
aunque quizás limitando los temas a los más esenciales, esto es, los Ramones,
amoríos y fijaciones en féminas, e incluso ese puntillo freak de serie B que
siempre fue una constante en el punk más desenfadado. Unas obsesiones que nunca
han variado en exceso, a pesar de que en lo musical sí que hayan transitado
desde la ortodoxia ramoniana del “one,
two, three, four” al power pop de melodías impagables que nunca han
escondido una de sus influencias principales, los Beatles, aparte de la sombra
alargada de los de Queens, claro.
Pocos grupos pueden presumir de conseguir agotar entradas
con varios meses de antelación al evento y hasta verse obligados a añadir una
nueva fecha ante la espectacular demanda registrada. Eso es lo que sucedió con
el bolo anunciado en la sala Caracol para conmemorar el veinte aniversario de
la banda y la reedición en vinilo y CD de sus tres primeras referencias ‘Mondo
Cretino’, ‘Ensamble Cohetes’ y ‘¿Quién mató a Airbag?’. Toda una trepidante
montaña rusa para cualquier fan que se precie.
Nosotros acudimos a la cita del sábado y lo cierto es que
tampoco percibimos una desmedida sensación de agobio por la afluencia de
personal, si bien la parte central era totalmente impracticable por los pogos y
los frecuentes saltos de peña desde el escenario. Creo que nunca hemos estado
en un concierto con tanto furor por lanzarse sobre las masas, pues se subían a
las tablas personas de toda edad y condición, con numeritos que iban desde los
osados que aterrizaban en plan plancha como si fuera una piscina hasta los
timoratos que simplemente se dejaban caer, cual ejercicio de confianza ciega en
los fieles, incluso vimos a un niño recorrerse el recinto de punta a punta en
brazos de la gente. Eso sí que era solidaridad.
Tras sonar por altavoces una selección de combos punk tipo
Riverdales y otros que fijo les han marcado, Airbag, o lo que es lo mismo, Adolfo, Pepillo y José irrumpieron de
manera adrenalínica con “Cómics y pósters” antes de hacer gala de sus
principios ortodoxos estivales en “Septiembre aún es verano”. Los flotadores,
en alusión a la pieza de ese nombre de su debut, pululaban por la sala y a
menudo caían donde uno menos lo esperaba. “Marta no es una punk” supuso la
primera pica en Flandes, un arranque épico en el que se empezó a constatar la
afición por lanzarse desde las alturas.
En teoría el show de esa noche iba sobre echar la vista
atrás, pero como nos confesaron, también les había pillado en medio de la
grabación de nuevo material, así que no renunciaron a presentar alguna novedad,
como “Eleven & Mike”, un tema muy escorado hacia el power pop, según la tradición
imperante en los últimos lanzamientos. En “Terror en el garaje” arreciaron los
pogos, pero de muy buen rollo, nada de subespecies, mientras que en “Cómics de
Batman” rememoraron las historias de amor juvenil a lo “I Wanna Be Your
Boyfriend”. El evangelio de los Ramones.
Y sin despegarse de los enamoramientos en establecimientos
públicos, rescataron la frenética “La chica no”, otra en la que se hace
imposible no acordarse del “Oh Oh I Love Her So” de los de Forest Hills. Para
estas alturas, lo de tirarse del escenario se convirtió en una suerte de
desfile y dejó de ser una excentricidad del exaltado de turno. Menos mal que
aminoraron el ritmo con la reciente “La bomba de neutrones” antes de volver a
pisar el acelerador sin perder la melodía por el camino en “La chica normal”.
Desde luego con este grupo nadie se podrá quejar de que se invisibiliza a las
féminas.
Sin apenas hablar durante el bolo, como tiene que ser, era
un gustazo verles enlazar temazo tras temazo como “Territorio Dagger”, que
incluyó hasta acrobacias en las sesiones de salto de altura. Muy compensado
resultó el repertorio con piezas tralleras que desataban a la marabunta y otras
más reposadas tipo “Big Acuarium”, que por lo menos permitían recuperar
aliento. El equilibrio al poder.
“Roswell 1947” aludió con coros ramonianos a aquellos
inexplicables hechos acaecidos en Nuevo México y en la homónima “Ensamble
cohetes” amagaron con el “London Calling” de The Clash. En “La ola perfecta”
hubo de nuevo despiporre con invasión por turno de las tablas, hasta se
presentó un tipo con camiseta de Los Nikis, no en vano Joaquín, Arturo y Emilio
del mentado combo formaron una suerte de núcleo clarividente durante el álbum
‘Manual de montaña rusa’ e incluso se reunieron expresamente para tocar con los
malagueños allá por 2011.
Llegamos a los bises así casi sin enterarnos porque aquello
iba a toda mecha y el regreso no iba a ser diferente abriendo fuego con “La
chica nueva”. Siguieron compensando añadiendo poso melódico en “Spoiler” antes
de lanzarse al punk en barrena con “Películas de miedo” y centrarse en la épica
veraniega de “Prefiero la playa”, con los flotadores revoloteando todavía por
ahí y enlazando con un fragmento del “Surfin’ Safari” de los Beach Boys, si no
nos equivocamos. Nada mejor que cerrar un recital tan auténtico con el himno
antipostureo “Ahí viene la decepción”, que retrata una recurrente situación que
fijo que le ha pasado a más de uno.
Los ánimos andaban tan caldeados que de ahí no se quería
marchar nadie, así que los de Estepona volvieron de nuevo con “Crystal Lake”,
otra pieza unida indefectiblemente al séptimo arte más freak. Y ya “Elena” provocó el asalto generalizado al escenario
hasta llegar a juntarse unas 30 o 40 personas. No se hubiera entendido otro
final.
Quizás podrían haberse ceñido todavía más a los tres
primeros álbumes, ya que echamos de menos cosas como “La rookie del año”, que
la debieron tocar el día anterior, o “El resplandor”, entre muchas otras. Pero
entendemos que también había que respirar y tomar aliento, habría sido matador
un concierto con todo temazos a doscientos por hora. Queda claro que para
muchos noviembre aún es verano.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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