Kafe Antzokia, Bilbao
Pocas cosas existen más odiosas que la falta de sinceridad o
los farsantes que tratan de venderse como lo que no son. Si haces pop, pues
admítelo y no des la murga con etiquetas más o menos resultonas que no se
corresponden en absoluto con la realidad. Es una actitud que predomina hasta la
extenuación en el mundillo indie, siempre buscando hacerse los interesantes
como aquellos que van de cultivados y apenas habrán leído tres o cuatro libros
en toda su vida. Ojo, que aquí no se trata de ponerse elitista, sino de llamar
a las cosas por su nombre. Sin engañar a la gente.
Entre ese batiburrillo festivalero formado por bandas como
Izal, Vetusta Morla o Love of Lesbian, pondríamos de inmediato en un escalafón
superior a los catalanes Dorian, en primer lugar por sus evidentes influencias
de Aviador Dro, New Order o The Cure, referencias que tampoco suelen abundar en
el panorama patrio. Y luego también porque nadie les ha regalado nada, pues
supieron abrirse hueco cantando en castellano en una escena dominada por
petardos anglófilos que por chapurrear inglés en sus canciones se creían los
más guays del universo.
Tras esa suerte de paréntesis llamado ‘Diez años y un día’
que reinterpretaba en clave acústica algunos de sus éxitos y, a nuestro
parecer, les quitaban toda la chispa, volvieron a elevar el vuelo con ‘Justicia
Universal’, un disco redondo en el que apuestan sin complejos por el synth pop
de letras poéticas que tanta fama les ha dado. Una nueva oportunidad de reafirmar
su identidad y legar joyas pop que probablemente permanezcan una larga
temporada en su repertorio. Nunca el pesimismo vital resultó tan rentable.
Que es uno de esos grupos que en la actualidad está en su
momento álgido lo confirmó el hecho de que agotaran entradas con varias semanas
de antelación. Un escenario con cañones y plataformas daba a entender que lo
que allí sucedería sería por lo menos especial o digno de contemplar. Pese a la
abrumadora mayoría femenina, había un respetable tan variopinto que hasta se
pudo ver por ahí una camiseta de Metallica. Vivan los abiertos de mente.
Ya desde el inicio Dorian
fueron a lo grande con lanzamiento de confeti en “La isla” antes de ese
comienzo clavado a The Cure de “Verte amanecer”. La cita fue ganando poso
sentimental con “El temblor”, que el vocalista Marc dedicó a “los sismos que se producen en el alma”.
Bueno, el lado intensito a veces les pierde.
La homónima “Justicia universal” justificó de sobra su
inclusión en un repertorio intachable de temas coreables en el que no faltaba
nada. Dinamismo por doquier que certificaba que su faceta electrónica daba mil
vueltas a arrebatos intimistas pasados con instrumentos de cuerda. Eso lo
constató su ya himno “Duele”, donde sacaron mucho partido a las plataformas de
estrellas del rock que pululaban por las tablas. Quizás su música fuera pop,
pero no su actitud, ni tampoco su vestimenta, con la mayoría de negro, cuero y
hasta tachas. Dejemos el blanco en el armario.
“Noches blancas” ha adquirido asimismo características
hímnicas con su letra plagada de alusiones a Radio Futura o Soda Stereo. Y en
“Vicios y defectos” sustituyen el dueto junto a Javiera Mena de la versión en
estudio por la aportación vocal del multitarea Lisandro Montes, si no nos
equivocamos, pues se ocupaba de teclados, guitarra, programaciones y hasta algo
de percusión. Un pluriempleado a tiempo completo.
Aunque probablemente aquella fuera la mejor vez que les
hemos visto, al sonido tal vez le faltaba algo más de pegada, no obstante,
éramos conscientes de que no cabría esperar demasiado desmelene en ese sentido.
Un detalle insignificante si lo comparábamos con la grandeza de un catálogo de
canciones que impedía que te aburrieras ni un solo instante.
“Llévame” se presentó como “un homenaje a Latinoamérica” y luego al vocalista Marc le dio por
hablar del proceso creativo, de cómo se van ensamblando las diferentes piezas
hasta conformar un disco. En ese aspecto señalaron que “Hasta que caiga el sol”
fue la primera canción que compusieron del nuevo trabajo, algo que no nos
extraña en absoluto, pues pensamos que se trata de su corte más redondo. La
alusión a The Smiths de “Señales” también nos place sobremanera, desde luego
parece que su material más reciente ha nacido para ser interpretado en directo.
“Paraíso artificial” repasó con acierto su trayectoria, al
igual que “Cualquier otra parte”, entonada a pleno pulmón por las chavalas hipsters. Un éxtasis coronado por el
lanzamiento de serpentinas que alcanzaron hasta el segundo piso del Antzoki.
Tras un breve parón, regresaron hablando de labrarse un camino en la vida, una
obsesión recurrente en las letras de Dorian y que aparece en “Cometas”, que
sonó tan sintética como Depeche Mode.
Pero si hubo un tramo álgido en la noche fue durante “La
mañana herida”, con el personal extasiado cantando de principio a fin, y luego
con “La tormenta de arena”, que fue ya el acabose con Marc arrancándose con una
estrofa y la peña respondiendo como si fuera su eco. Los móviles dominaban el
paisaje y algunos fans no dudaron en acercarse lo máximo posible para vivir
aquel irrepetible momento de subidón. Consciente de su importancia, el cantante
sacó partido de la situación sumergiéndose entre las masas, por lo que si los
ánimos andaban por las nubes, esa muestra de cercanía los propulsó hasta el
infinito y más allá. Un broche de oro que cerraron con los cañones disparando
confeti, como era menester.
Después de tan espectacular colofón, cualquier cosa sobraba,
pero lograron mantener el tipo con “Los amigos que perdí”, otra de esas para
cortarse las venas, antes de aflojar irremediablemente el pistón con
“Tristeza”, que no está mal, aunque no merece ni de coña tan privilegiada
posición. Pero ya se sabe que tras la tempestad debe sobrevenir la calma,
incluso los sismos del alma necesitan ajustarse a ese esquema. Perturbaciones
controladas del espíritu.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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