Sala Stage, Bilbao
Nunca nos cansaremos de repetir el valor incalculable que
siguen poseyendo las cosas auténticas de verdad en tiempos en los que predomina
el postureo de redes sociales. Ese mundo artificial que saca lo peorcito del
ser humano y que únicamente merece ser destruido desde dentro en base a sus
propias contradicciones. Otra de esas convenciones políticamente correctas
junto a esa repugnante ola de buenrollismo artificial que siempre se instala a
finales de año entre gente tan falsa como el cartón.
Conscientes de esto último los aguerridos punks de
Radiocrimen no dudaron en proclamar en pleno ambiente festivo por el tradicional
mercado de Santo Tomás que “odiaban la
Navidad”, pero que nos “amaban”.
Porque el espíritu nihilista no es incompatible con las sinceras muestras de
afecto. Y esa noche había que agradecer el apoyo descomunal de unos seguidores
que llenaron el recinto hasta la bandera, precisamente en una jornada en la que
había quizás más almas deambulando por la calle que en fiestas de Bilbao.
Pero estaba claro que el evento se convertiría en algo
especial, no en vano era la presentación oficial del disco en directo ‘Made In
Baske Country’, grabado en aquel ya legendario bolo del local Ipar Haizea en el
que irrumpieron hordas de antidisturbios y a punto estuvo de no celebrarse. Con
aquella histórica noche en el recuerdo y frecuentes cánticos en honor a Iñigo
Cabacas, otra víctima de la violencia policial sin justicia que merezca
llamarse como tal, se montó un bonito sarao junto a un par de bandas que
aseguraban que el aburrimiento ni se intuiría en la velada.
Abrieron la sesión Los
del Humo, combo procedente de la comarca burgalesa de Las Merindades que
tampoco es que invente la rueda con su punk rock con dejes urbanos, pero que vale
de sobra para entretenerse. Y si lo que uno busca es a unos tipos que se lo
curren en unas condiciones mínimas en un escenario, he aquí un claro ejemplo.
Cumplen el expediente con nota.
Los del Humo, cumpliendo el expediente. |
Bastante más fuste y rodaje gastaban los madrileños Suzio 13, con una destreza inaudita a
las tablas y una versatilidad que no se suele ver con frecuencia, menos todavía
en un grupo punk. Porque lo mismo se marcaban pildorazos adrenalínicos a toda
pastilla que dejaban traslucir influencias fronterizas y rockabillies o se arrancaban
con versiones como un apabullante “Bestia, bestia” de Ilegales. “Indestructibles”
ya desencadenó pogos por las primeras filas y los ánimos de la afición se
elevaron hasta la estratosfera en “Todo por nada” de M.C.D.
Y las revisiones de cancionero ajeno no se quedaron ahí,
pues también rescataron el “Wrong ‘Em Boyo” de The Clash o un “Autosuficiencia”
de Parálisis Permanente que terminó por ponerles por las nubes. Todo ello sin
prejuicio de piezas reseñables de su repertorio como la ye-ye “Joven rebelde” o
la reivindicativa “Redskins (Un claro ejemplo)”. Enormes. Que vuelvan cuanto
antes.
Suzio 13, punks versátiles. |
No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta cuando
una presencia incomoda. Si el lamentable episodio de movilizar unas unidades de
antidisturbios por una queja de ruido no lo dejaba suficientemente claro, Radiocrimen ya sufrieron en sus carnes
la dictatorial y todavía vigente Ley Mordaza cuando en base a la citada norma
les sancionaron por “falta de respeto a
la Policía”. Algo que no debería extrañar en el fondo en un país donde
nunca se enterró ni se depuró el latente espíritu franquista de instituciones y
demás.
Aquella noche por lo menos tuvimos la fiesta en paz sin
inesperadas visitas de las fuerzas del orden, aunque lo que contemplamos sí que
fue realmente subversivo y hasta incitador a la rebelión, la nueva triquiñuela
jurídica que se lleva ahora. Desde las declaraciones de principios de “Terroristas”
y “Terror” se notaba que la banda echaba leña al fuego sin cortarse un pelo,
sin pausas entre medias ni cualquier otra cosa que consiguiera aminorar el
ritmo. Como un tiro.
“Tengo un amigo que
escribe”, dijo el vocalista Txarly antes de “Buko”, dedicada al creador de
Henry Chinaski, uno de los máximos representantes de la literatura punk. “Cadenas
rotas” es otra pieza ya elevada a la categoría de himno, al igual que “Amar
mata” con su puro nihilismo en vena. La recepción del respetable fue tan
descomunal que el carismático cantante no dudó en exclamar: “¡Este es mi Bilbao!”.
En “Delfín Negro” Txarly se arrastró cual criatura y
demostró una vez más que sus interpretaciones sobre las tablas son de lo mejor
que se pueden ver por estos lares en materia de frontman. Y si a ello le acompaña además un repertorio impepinable
en el que no sobraba nada, pues tenemos algo muy cercano a la perfección. De
verdadero infarto se tornó el tramo compuesto por “Lágrimas de carretera”, “Tiempos
salvajes” y el guiño a Radio X de “En la brecha”, con el guitarra Luis
defendiendo con solvencia la partes originales de Placi de Segismundo
Toxicómano.
“Bala perdida” evocó el aliento de las cloacas antes de
abogar por la solución final para indeseables en “Extermínate”, otra pieza de
ese gran proyecto llamado Radio X que ojalá tenga continuidad. “Alcohol barato”
pilló a Txarly jugueteando con los tirantes entre gargantas desatadas y pogos
monumentales, alguno incluso hasta se animó a surfear entre la multitud. La guinda
en cualquier sarao tocho que se precie.
La nostalgia combativa brilló en “Contenedores” y también
apelaron a los veteranos punkis en el “Ahógate en el W.C.” de La Broma de
SSatan, que Luis introdujo enérgicamente con un “y tira de la cadena, hijo de puta”. Toda una bomba en las
distancias cortas y que confirma que a veces las versiones pueden superar a las
originales. Arrecieron entonces los gritos de “Policía, asesina” tras el recuerdo a Pitu (Iñigo Cabacas) y no se
hubiera entendido no lanzar el cóctel molotov de “Los chicos ya no quieren
llorar”. Puro combustible inflamable.
Hubo también dedicatoria para los que revientan la cabeza a
un perro por ladrar en “Todo el que manda” antes de reivindicar la costra y la
esencia punk en “En las cloacas”, canto maldito a una determinada forma de
vida. Ahí volvió a aparecer el grandullón amigo de Txarly, que suele irrumpir
en sus bolos y que se llevó a su colega a burros hasta el final de la sala y
luego lo devolvió sano y salvo a las tablas como buen escudero. El calor del
inframundo.
Superar el inolvidable recital del Ipar Haizea iba a ser
harto complicado por las complicadas circunstancias que lo rodearon, pero en
otro rollo más convencional, sin invitados inesperados, fue un bolo de órdago
que permanecerá durante largo tiempo en la memoria. Siempre el caos en los
corazones.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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