Wurlitzer Ballroom,
Madrid
Cualquiera que haya leído el clásico de la literatura
universal ‘Matar a un ruiseñor’ de Harper Lee recordará una frase sobre todas
las cosas. Esa lección vital que nos dejaba Atticus Finch, el inolvidable
abogado que encarnaba las más altas cotas imaginables de integridad absoluta y
bondad que decía verdades tan rotundas como que “para entender a los demás, hay que ver las cosas bajo su punto de
vista, meterse bajo su piel y andar con ella”. Una máxima que se ha
aplicado desde entonces tanto a la política como a diversas disciplinas
artísticas que impliquen un cambio total de perspectiva, un ejercicio de
amplitud de miras que tampoco abunda demasiado en estos tiempos de polarización
absoluta, de blanco o negro, del conmigo o contra mí en los que se apedrea sin
piedad al disidente.
Sumergirse en el repertorio de una banda concreta implica un
poco esto último, impregnarse de un aroma determinado hasta las últimas
consecuencias y luego caminar bajo su influjo pero sin perder la personalidad
propia. Esa parecía ser precisamente la intención de Simone Salvatori de
Spiritual Front en esta gira en la que dedica un repertorio especial a la
trayectoria de Morrissey y The Smiths. Una iniciativa que no obedece a ningún
tipo de moda ni conexión alguna con la actualidad, sino que seguro que tiene
que ver mucho más con la sincera admiración de un fan, de un tipo cultivado que
lo mismo escucha Kreator o Celtic Frost que Talking Heads o cualquier otro
combo new wave.
En un recinto abarrotado de peña y con hembras tan desatadas
como en un concierto de Izal, Spiritual
Front tenían ya desde el principio todas las papeletas para que la noche se
tornara gloriosa. Y más si en un primer lugar se arrancaban con el cancionero
inmortal de The Smiths mientras por la pantalla se proyectaba ‘Mamma Roma’ de
Pier Paolo Pasolini otorgando cierto aire sibarita al asunto.
“The Queen Is Dead” fue el pistoletazo de salida y la
constatación de que el vocalista Simone se adentraría en un terreno en el que
se sentiría muy cómodo a lo largo de la velada. Escalaron un peldaño más en
“Panic”, cuyo inolvidable estribillo fue coreado con emoción por el respetable,
y “What Difference Does It Make?” aportó variedad por su aire rockabilly. La
faceta de crooner atormentado no podía dejarse de lado, aunque hubiera que
desmarcarse un poco hasta la trayectoria en solitario de Morrissey y el que
quizás fuera su mayor éxito por su cuenta, “Everyday Is Like Sunday”. El
voceras clavó tanto los tonos agónicos como los movimientos amanerados de Moz y
solo le faltó lanzar ramos de flores.
Los italianos habían venido con ganas de complacer al
personal, por lo que en cuanto alguien por ahí gritó “Shoplifters Of The World Unite”, no dudaron lo más mínimo en
recoger el guante y lanzarse de lleno a interpretarlo. Con la banda
bordando también el homenaje desde el punto de vista instrumental, subieron la
apuesta con “Bigmouth Strikes Again” y mostraron sus cartas sobre la mesa al
admitir Simone que prefería algo participativo donde la peña cantara y no se
limitara solo a escuchar. Una puntualización necesaria cuando la mentalidad de
funcionarios que fichan y se van ha acabado por dominar la mayoría de los
ámbitos cotidianos.
Las féminas seguían hipnotizadas bajo los encantos de un
Simone al que le gritaban de vez en cuando “¡Bambino
molto bello!” y este se iba desabrochando cada vez más la camisa, aunque
sin llegar a los niveles de una subespecie de Gandía Shore, los señores
acostumbran a conservar la decencia por mucho que arrecien los halagos.
Atreverse con la experimental “How Soon Is Now?” era todo un reto del que
salieron victoriosos, al igual que “This Charming Man”, otro de los mayores
himnos de los de Mánchester que dedicaron al promotor Rafa. Desde luego se
habían empollado a conciencia los vídeos de The Smiths.
Sorprendió la inclusión de “The Last Of The Famous
International Playboys” de Morrissey en solitario, así como los coros del
bajista, y pensamos que en esta tesitura podría haber abierto el tarro de la
miseria absoluta con “You Have Killed Me” y quedar como dioses. Un poco
desafortunado sí anduvo Simone cuando se atrevió a meterse en arena política al
afirmar que en Madrid “tenían algún
problema con Cataluña” y la peña comenzó a abuchear, por lo que tuvo que
recular con celeridad.
Deberían haberle explicado que probablemente los
catalanes no tenga ningún problema con los madrileños ni viceversa, sino más
bien con un modelo de Estado en el que por poner urnas te piden más de veinte
años, vestigios franquistas de una transición tan mal hecha que en realidad
nunca existió.
Con la renuncia expresa del voceras a volver a hablar de
política, enfilaron un “Still Ill” en el que bordaron esos característicos
gorgoritos colindantes con el llanto. Y “There Is A Light That Never Goes Out”
finiquitó, como no podría ser de otra forma, el repertorio dedicado a The
Smiths, donde el micro fue cedido al respetable para su goce absoluto y algún
gallo se escapó del corral. Nos faltaron favoritas personales del calibre de
“Girl Afraid” o “Pretty Girls Make Graves”, por lo que un poco más de osadía en
el cancionero se hubiera agradecido, aunque escuchar temas de Morrissey y
compañía siempre será un deleite total en cualquier caso.
Tras un breve descanso, los italianos regresaron con el
repertorio propio de Spiritual Front, que inauguraron elevando sentimientos a
flor de piel con “Jesus Died In Las Vegas” y su mítico mantra “Nothing is more contagious tan sin” que
podía leerse hasta en camisetas. Y en “Cold Love In A Cold Coffin” la peña
hasta gritó “ohhh” de la emoción,
antes de que Simone en “Tenderness Through Violence” siguiera escalando
posiciones en cuanto a comunión con los
fieles. Acabó arrodillado como un grande.
No se cortó en preguntar a la concurrencia si había algún “cuarto oscuro” en Madrid, un comentario
que sirvió para presentar el pop nihilista de “Darkroom Friendship”. Y en
“Vladimir Central” al hombre le entró la curiosidad por saber si en la capital
había alguna cárcel tan famosa como la prisión rusa a la que hace referencia en
la canción, alguno dijo “Alcalá Meco”,
aunque por mucho que anduviera ahí una temporada el banquero Mario Conde es
probable que no conserve demasiado glamour.
De su reciente ‘Amour Braque’ sobresalió su corte
“Disaffection”, el mejor del disco en nuestra opinión y al que añadieron un
inmenso poso dramático, y tampoco desatinaron en “Children Of The Black Light”.
El cabaret decadente de “Bastard Angel” sirvió al carismático vocalista para
darse el preceptivo paseíto entre las masas y demostrar que no rehúye en
absoluto el contacto con la concurrencia, es más, lo busca constantemente. Muy
lejos del endiosamiento.
“Pain Is Love” enuncia otra verdad inmutable en los tiempos
contemporáneos antes de levantar la fusta en “Slave”, sin duda ese filón lo
explotan a tope y por supuesto que hacen bien. Y como si fuera Leonard Cohen,
Frank Sinatra o algún otro crooner de esos a los que no se les arruga el traje,
Simone se piró de improvisto mientras el resto de la banda continuaba
desparramando y remarcando de esa manera una ausencia en la que solo faltaron
unas trompetas sonando por ahí.
Al contrario de lo que imaginábamos, en los bises volvieron
al catálogo de The Smiths con un “Shoplifters Of The World Unite” por segunda
vez, anda que no tenían piezas para rescatar…Y “The Boy With The Thorn In His
Side” por su letra dudosa pareció más bien un divertimento propio de un ensayo
en vez del broche de oro adecuado para una noche gloriosa con un frontman en
estado de gracia. No pasa nada, el éxtasis ya se había alcanzado.
Era la tercera vez que veíamos a Spiritual Front y Simone
demostró de nuevo una talla desbordante respecto a sus habilidades a las
tablas. Un artista de distancias cortas que rompe barreras artificiales hasta
situarse al lado de la parroquia en pie de igualdad y no se conforma con
multitudes conformadas por hieráticos gatos de escayola. Si es que todavía nos
queda algo de eso, tocó la fibra sensible, sí.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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