Kafe Antzokia, Bilbao
Los cambios de timón siempre suelen ser cuestionados. Pocas
veces sucede que se acatan sin la menor resistencia y a todo el mundo le
parecen bien. Los cerriles enseguida elevarán el grito en el cielo porque han
traicionado las esencias, les acusarán de haberse vendido y renegarán de ellos
en lo que les quede de vida. Pero seamos sinceros, la ortodoxia no se estila
demasiado en la época contemporánea y los que apuestan por las convicciones inamovibles
más bien se asemejan a una especie de parias, unas criaturas vetustas que se
observan con la misma curiosidad que unos monos en un zoológico.
Algunos ya se han rasgado las vestiduras con el último
lanzamiento de los gallegos Novedades Carminha en el que apuestan sin ambages
por un enfoque abiertamente comercial, o quizás mejor deberíamos decir
hedonista, música para pasárselo bien sin mayores pretensiones, fiel reflejo de
ese público variopinto que acostumbra a abarrotar sus conciertos. El que busque
autenticidad, definitivamente se ha equivocado de sitio.
Con una mente aperturista conviene acercarse a un bolo de
Carlangas y compañía, cuya primigenia alma garagera punk parece ya diluida por
completo, aunque nunca han descuidado esa vertiente en sus actuaciones en
directo, incluso en alguna ocasión les hemos escuchado versionar a Eskorbuto.
Las chicas, eso sí, siguen constituyendo un contingente más que importante y
uno a veces se pregunta si en realidad no está viendo a un grupo de
quinceañeras o algo así. Alegrar la vista está garantizado por lo menos.
Con un retraso motivado por la huelga feminista de aquel
día, se prescindió de teloneros, por lo que entraron directamente al trapo Novedades Carminha, que no tardaron ni
un ápice en conectar con las ganas de jolgorio del personal con “Volverte a
ver” y su ritmo tropical que encajaba con esas prolongadas intros caribeñas que
suelen preceder a su irrupción en escena. “Que Dios reparta fuerte” contribuye
a un subidón festivo que no baja con “Te quiero igual”, más tonadillas
accesibles para no comerse demasiado la cabeza. Aquel no era lugar para
intelectuales, aficionados a las cosas enrevesadas, puretas o fans de Los
Planetas, como dice la canción mencionada anteriormente.
“Hay un sitio pa ti” gana bastante en las distancias cortas
por su aire bailable y esos coros a lo “Bohemian Like You” de The Dandy
Warhols, mientras que “Disimulando” homenajea una vez más a las noches de
farra. La puesta en escena también ha mejorado considerablemente, con focos
enormes como si realmente fueran megaestrellas. Tal vez no lleguen a tanto,
aunque su presencia es un clásico en los festivales indies veraniegos. Y si la
peña no anduviera ya lo suficientemente predispuesta, “Quiero verte bailar”
terminaría de convencer a cualquier reticente. “¡Así sí, joder!”, exclamó el vocalista tras la descomunal entrega
de la afición.
Que su anterior lanzamiento, donde comenzarían levemente su
enfoque comercial, continúa copando una franja importante de su repertorio
actual era algo más que evidente con “De vuelta de todo” o “Chispas relax”, sin
que decayera lo más mínimo el bailoteo. “La mejor de Europa” sirvió de leve
remanso de paz antes de una frenética recta final que inauguró el voceras al
gritar: “¡Se acabó la puta broma!”.
Había quedado claro. Y la artillería de “Juventud Infinita” no dejaría a nadie
indiferente. A bocajarro.
Y por el rollo ochentero de “Obsesionada” podrían
compararles con Varry Brava, aunque en ese terreno a medio camino entre Nacha
Pop y Tino Casal los de Orihuela no tienen rival patrio. “Antigua pero moderna”
era otra de las infalibles en las distancias cortas que iría directa a la
frente, un valor seguro, al igual que “Dame Veneno”, en la que cedieron
protagonismo a unas guitarras que recordaban a ZZ Top en un in crescendo realmente espectacular.
Rock coreable para todos los públicos.
Cambio de ambiente total para la cumbia “A Santiago voy” o
“Cariñito”, en la que incluso se pudo ver a féminas perreando. En la anterior
gira ya comprobaron la efectividad de “Lento” y su potencial se mantiene
intacto, por lo que no dudaron en alargarla para aprovechar el momento. “¡Queréis que se caiga el Antzoki!”,
recriminó el vocalista antes de subir otro peldaño más en el fiestón con una
versión del “Mala vida” de Mano Negra, típica pieza que suele sonar en casi
cualquier festejo popular que se precie y que a nuestro entender sobró un poco,
pero cuestión de gustos. Nunca nos engatusó el perroflautismo.
Los tonos de guateque discotequero a la vieja usanza de
“Verbena” dejaron el pabellón muy alto y se escucharon hasta relinchos de
caballos. El personal quedó tan satisfecho que las peticiones de bises fueron
estruendosas y constantes. Algo que no ablandó en absoluto a técnicos y músicos
que comenzaron a recoger el equipo como si nada. Muchos silbaron, pero aquello
era un imposible.
Tocar una hora y poco se nos antojó algo raquítico a más no
poder, máxime cuando las peticiones para regresar a las tablas resultaran tan
insistentes y cayeran en saco roto sin la menor de las contemplaciones. De
justicia es también señalar que aprovecharon el tiempo en escena y no se echó
en falta ningún tema. Escaso pero efectivo. Y eso no está mal. Como un chupito.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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