jueves, 30 de mayo de 2019

FEE REEGA: DE ASTURIAS, ALEMANIA


Hika Ateneo, Bilbao

Pocas cosas existen más horripilantes que la gente catalogada de normal. Ya cantaba Morrissey que en realidad ese concepto no existe, pues se trata de un término que depende de algo totalmente subjetivo y que puede variar por completo de una persona a otra. Es aquella lucha encarnizada contra el mundo exterior que encarnaba el yo romántico del siglo XIX, una exaltación plena de los sentimientos con el ímpetu de una revolución. La búsqueda de la libertad en todos los ámbitos.

Quizás esto último llevara a la cantautora alemana Fee Reega a refugiarse primero en Berlín y luego en Asturias, patria de letristas excelsos como Nacho Vegas o Jorge de Ilegales y de autores subversivos contemporáneos como Pablo Und Destruktion. Una estación a la que llegó tras enamorarse de nuestro país gracias a la ya mítica beca Erasmus y liarse tanto la manta a la cabeza que acabó dejando sus estudios de literatura rusa para dedicarse a escribir y dar conciertos. El destino de todo bohemio.


Porque estamos hablando de una persona de esas que sueña despierta e incluso inventa palabras, un espíritu que recoge su último disco ‘Sonambulancia’ desde el mismo título y que a pesar de que se editó en 2017 todavía sigue presentando. Precisamente una de las fechas finales de la gira recaló en el Hika Ateneo de la capital vizcaína, lugar emblemático en lo que respecta al arte alternativo y en cuyas paredes uno puede leer hasta párrafos de obras de Karl Marx, entre otros textos de marcada tradición obrerista o feminista. Un altar al enriquecimiento interior.

En este contexto se presentó Fee Reega con una discreta banda tan campechana que hasta su bajista salió a tocar en zapatillas de casa, literalmente. Fiel a su doctrina maldita, comenzó de primeras hablando de alcohol, en concreto de “Tequila”, las cosas importantes de verdad. Y luego no tardó en acordarse del papeo con “Tú cocina”, dedicada a los que iban a agasajarla gastronómicamente más tarde. Cubriendo los aspectos básicos para la supervivencia.


La chatarrería fantasmagórica de Nick Cave hizo acto de presencia en “Niebla”, tal vez de los temas más rockeros de su material reciente. Pero en un concierto suyo no se suelen seguir las normas convencionales, prima el surrealismo, por lo que después del subidón eléctrico vino un remanso de paz con “La raptora”. Un arrebato onírico para rumiar desesperación a los que ya nos tiene acostumbrados.

La última vez que vimos a esta chica por el norte fue a escasos metros de allí, en el barrio de Bilbao La Vieja, en un escenario en medio de la calle y recordamos todavía su tremendo desparpajo y cómo se quedó con la peña con las anécdotas y chistes varios que contaba. En esta ocasión se mostró mucho más distante y concentrada en lo suyo, lo cual favoreció esa vertiente hipnótica de muchas de sus canciones. No renunció empero al poso noctívago que preside “La noche cae”, no en vano podría considerarse ‘Sonambulancia’ una especie de homenaje a la noche. Para caer rendido.


A pesar de su seriedad inicial, hubo también espacio para alguna coña, como cuando agradeció al respetable, eminentemente femenino y militante, por “hacer uhhh”. No sabemos si será fingido o real, pero esa dicotomía suya entre dulzura y bordería podría desarmar a cualquiera. Y en toda sesión decadente hay que hablar de suicidios, algo que justificó porque estábamos a las puertas del fin de semana. Hacerlo un domingo habría supuesto un grave crimen contra la humanidad.

“El hombre que fuma heroína” es una de sus piezas que podríamos llamar clásicas y que en realidad surgió de una frase que le dijo el que fuera su pareja, Pablo Und Destruktion. Ahí notamos esos vestigios de acento germánico que todavía permanecen revoloteando por ahí. De hecho, en alguna entrevista ha contado que cuando estaba empezando su carrera y cantaba en alemán la gente de su país natal se tomaba demasiado en serio sus canciones, mientras que cuando le dio por traducirlas al castellano, la peña de aquí se partía. Cuestión de humor.


Y volvió a cortar ese venirse arriba con “Cueva”, que trata de esas cavidades subterráneas presentes por doquier en su comunidad de adopción, Asturias. Una afición que también debía compartir con el visceral Pablo Und Destruktion, que ya ha dado algún concierto en alguna caverna. Y “20 multas en un día” regresa al mundo terrenal con una historia basada en “un amigo gallego” al que le pasó lo que cuenta en la letra. “Necesitamos la velocidad”, se justificó en un arrebato de sinceridad.

Para los bises se reservó algo de transgresión con “Lolito”, un tema nuevo que todavía no está editado, si no me equivoco, y que además comparte título con una interesante novela de Ben Brooks, autor de reciente hornada elogiado por el mismísimo Nick Cave. Y en “Varsovia, la ciudad” confesó ser “una loba”, otra pieza inmensa de las mejores de su trayectoria por su profunda desesperación y fuerza poética. Retrato de una vida bohemia.

Pues resultó un recital muy hipnótico de una artista que nunca deja indiferente y que constata el hecho de que las patrias y los países son una construcción completamente arbitraria y artificial. Berlín, Madrid o Gijón. Al final, es lo mismo. Lo que predomina es el espíritu decadente, el malditismo no entiende de semejantes zarandajas. Y así cuando alguien te pregunte de dónde eres, poder responder con la mayor naturalidad del mundo: “De Asturias, Alemania”.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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