Kafe Antzokia, Bilbao
Conocer la comunicación no verbal es una actividad
fundamental en diversos aspectos de la vida. Muchas veces lo verdaderamente
importante reside precisamente en lo que no se dice, los gestos que acompañan
un discurso determinado y la manera en que se expresa. Otro de los perniciosos
efectos de la dictadura de lo políticamente correcto es que la mayoría de las
conversaciones actuales únicamente persiguen agradar al interlocutor de turno y
las intenciones reales se encuentran sepultadas en un mar de falsedades y
convencionalismos sociales. Busque la aguja en el pajar.
Si en algún grupo cobra especial relevancia el lenguaje de
gestos, esos son Niña Coyote Eta Chico Tornado, un carismático dúo que con su
sola presencia se come cualquier escenario, como sabrá aquel que les haya visto
en alguna ocasión en directo. Pero uno de los rasgos principales que llama la
atención es la espectacular química que se gasta la pareja, traducido en miradas
salvajes que parecen extraídas de depredadores de la sabana africana. Un
curioso ritual en el que el sigilo y la destreza se convierten en armas para
desenvolverse con propiedad.
Con el álbum ‘AitzStar’ bien fresco bajo el brazo, una de
las plazas importantes para comprobar su efectividad estaba irremediablemente
en la capital vizcaína. Y superaron la prueba de la asistencia con holgura al
conseguir congregar a una cantidad muy respetable de peña para un día entre
semana, con abundante presencia femenina, sobre todo en las primeras filas. El
personal andaba además con ganas de fiesta y no costó demasiado lograr que se
metiera en faena hasta el apuntador.
Ya desde el pistoletazo de salida “Errautsak” Niña Coyote Eta Chico Tornado
desplegaron su habitual juego de miraditas intercalando ritmos contundentes y
llenando cada rincón de la sala con esa bola sónica que solo ellos pueden
crear. El material reciente se reveló como una munición imprescindible para el
directo y que no desentona en absoluto con el resto de su legado. Los monos
rojos de faena indicaban que el dúo se tomaba la labor encomendada para esa
noche muy en serio: facturar riffs enérgicos y atmósferas envolventes.
Eso último persigue precisamente “Cabezacubo” al evocar toda
la aridez y rudeza del mismísimo desierto. “Txaman” no pierde nada de empuje,
incluso podríamos decir que es uno de los clásicos suyos en las distancias
cortas, al igual que la no menos rotunda “Desert Tornado”. Unas piezas que van
acompañadas de saltos y miles de gestos que certifican que los guipuzcoanos se
dejan la piel en cada bolo como si fuese el último.
“Diana & Sebastian” era otro de esos trallazos a la
yugular que les valía también para comprobar que el respetable seguía vivo,
algo que confirmaron de manera pasmosa en la multitud que les acompañó al
levantar el puño y gritar “hey”. Lejos
de convertirse en un mero descanso del guerrero, aquí los pasajes
instrumentales no suelen ser para nada relajados, basta echar un vistazo al
frenesí envolvente de “Magic Edo”. Materia potencialmente enajenante.
El tripi de “Geroa” se antojó una especie de transición
hacia “Jungle Tornado”, antes de conquistar una de las cimas de la velada con
“Ulehertu” y su rollo a lo Rage Against The Machine, que puso a la concurrencia
a tono total. Las luces rojas apocalípticas utilizadas durante la mayoría del
recital quizás supusieron un suplicio para los fotógrafos, pero por el
contrario dotaron a la cita de un carácter onírico, como si el fin del mundo
fuera a ocurrir mañana mismo. Y nosotros así con estos pelos.
A pesar de que en teoría se trataba de una presentación del
nuevo disco, el repertorio resultó muy equilibrado, sin recrearse en exceso en
el material más reciente y rescatando varios cortes, por ejemplo, de su
homónimo redondo del 2013, caso de “Hotsa” o “Zauririk Ez”, o de ‘Eate’, que
también implicó un punto de inflexión en la trayectoria del conjunto. “Coyote
Trail” en este sentido proporcionó argumentos sonoros para que no se desinflara
el progresivo engorilamiento del personal.
Las ínfulas industrialoides del inicio de “Neu Eta Zu” les
sitúa en coordenadas inusuales, pero en directo se transforma en una auténtica
bomba con ecos de grandes estrellas tipo The Black Keys. Y “Bai Bye” se torna
un descenso a los infiernos del stoner, con partes vocales distorsionadas en
plan “Suicide Messiah” de Black Label Society. Sin perder la compostura.
Y su vertiente más cañera sobresale en “Backintown”, que
hasta parece un tema de Metallica por sus riffs consistentes y solos
endiablados. El frenetismo de “Maui Waui”, con vista en lontananza hacia
Wolfmother, sirvió de sobra para despedirse por un momento de las tablas.
Siguieron en progresión ascendente en los bises con “Ariñau” y “Lainoa”, dos de
las mejores piezas que han compuesto en los últimos tiempos. Lástima que
hubiera que cortar justo cuando la peña andaba más motivada.
Todavía con el recuerdo fresco de su apabullante
participación en el Mad Cool del año pasado, donde pusieron a botar a toda una
carpa entera, lo de esta noche tampoco fue tan mítico, pero sí muy prometedor
de lo que pueden dar de sí en los escenarios. Deseando que estas estrellas del
desierto vuelvan a brillar con fuerza en alguno de los festivales de la
península. Su fulgor no requiere telescopio.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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