Pub El Mendigo,
Barakaldo
Con la llegada de las nuevas tecnologías quizás hemos
perdido la perspectiva acerca de demasiadas cosas. Por ejemplo, lo costoso que
resultaba en determinadas ocasiones acudir a un simple concierto. Porque aunque
hoy en día parezca impensable, hubo un tiempo en el que apenas se hacían bolos
en la capital vizcaína y para ver grupos internacionales había que tirar millas
y recorrerse un kilometraje por el que las generaciones actuales no levantarían
ni un párpado. Una mera cuestión de costumbres. Y de sacrificio, claro.
Un ejemplo de esto último sería sin duda el de un chaval que
nos encontramos que había venido desde Mundaka (unos 40 km.) para ver un bolo
de Bullet Proof Lovers en Barakaldo y no tenía reparo en confesar que para la
vuelta le esperaban unos 70 pavos de taxi. Y a pesar de compadecer este
desgraciado caso, lo cierto es que entendemos a la perfección esa fidelidad a
prueba de bombas tributada a un grupo que hasta el momento nunca le hemos visto
fallar en las distancias cortas. Garantía de calidad.
A estas alturas hemos perdido la cuenta de las veces que
podemos coincidir con ellos a lo largo del año, ya sea en recitales propios,
teloneros u otro tipo de circunstancias. Pero da igual, salvo fuerza mayor o
algún evento de descomunal relevancia que merezca ser cubierto, difícilmente
nos perderemos la cita con este supergrupo de verdad formado por el gran Kurt
Baker y peña de Nuevo Catecismo Católico y Discípulos de Dionisos. Una
conjunción de talentos capaz de deslumbrar desde al seguidor más empedernido
hasta el curioso que se acerca para comprobar de qué va su rollo. Cuidado, es
muy probable que el segundo se transforme de inmediato en lo primero.
Con una multitud suficiente para montar cierta gresca, los
castellonenses Delest abrieron la
velada con un punk rock tan cercano al rock urbano que a veces se confundía con
este último, aunque sin descuidar una importante influencia de combos
californianos tipo NOFX o Bad Religion. Al margen de etiquetas, lo cierto es
que se curraron su tiempo en escena y no dudaron en rendir homenaje a punkis
patineros con el “Bring Me Home” de Millencolin o a leyendas como los Ramones
con su recordado tema homónimo compuesto por Motörhead, un trallazo infalible en cualquier situación.
No nos aburrimos ni un ápice.
Delest, entre el punk melódico y el rock urbano. |
Basta contemplar a Kurt Baker desenvolverse a las tablas con
su profesionalidad habitual para darse cuenta de que ahí tenemos algo grande de
veras. Y su apabullante estilo a caballo entre el punk y el power pop hace el
resto. “It’ll Be Allright” supone un chute de energía inmenso mientras se va
preparando el terreno para un “Ain’t No Joke” en el que no sería descabellado
que por la cabeza pasaran nombres como The Hellacopters, o Kiss mismamente,
esos coros del estribillo nos darán la razón.
Que se casquen un “Can’t Let Go” a tope de revoluciones
serviría de sobra para añadir fieles al culto y su joya “Breaking Down” subiría
otro escalón por su espectacular estribillo y melodía, de esos de los que no te
puedes quitar de la cabeza una vez que lo escuchas. A lo largo de la historia
de la música muchos pedantes han denigrado lo facilón y no son pocos los que
opinan todavía que hay que estar continuamente buscando los tres pies al gato
para labrarse un buen porvenir, como dirían las personas decentes de cierta
edad. Nada más lejos de la realidad con lo que cuesta encontrar ese toque
maestro que perdure más allá de la siguiente canción. Y lo dice alguien que se
traga unos cuantos discos al día.
Con semejante ímpetu, era hasta normal que algunos se
exaltaran, como el megafan que mencionábamos al principio de la crónica y que
no tardó en atraer la atención de Kurt Baker con sus entusiastas palmas y hasta
alabando al propio vocalista como si de un mesías se tratase. Un acto
justificado por completo, pues Baker sigue dejándose la piel y cantando como un
auténtico dios en cada concierto. Un grande. ¿Alabanzas? Pues me parece poco.
Monumento ya.
La huella de la época gloriosa de Paul Stanley y Gene
Simmons volvió a sobresalir en “Take It Or Leave It”, y como en las pelis
americanas, Kurt Baker nos animó a decir a las amistades que habían vuelto. Lo
constataron con el tema nuevo “I Don’t Want To Want No More”, que se intuyó muy
prometedor y nos puso los dientes largos hasta su próximo lanzamiento, habida
cuenta de lo alto que se encuentra ya el listón. Y “Drive It Outta Control”
pudo convertirse en toda una metáfora de lo que se observó aquella noche, un
bolazo frenético con peña desbocada por completo, tanto arriba como abajo del
escenario.
La traca final fue de infarto con “Radioactive Love”, “I’m
Your Radio” o ese “Nothing I Can’t Do” que sigue levantando del sitio una y
otra vez. Presa del entusiasmo generalizado, el carismático voceras se sumergió
de improvisto entre la parroquia para desatar el jolgorio, una estrategia
infalible para quedarse con el personal. Y desde ahí aquello fue a más, con
algún miembro llevado a burros antes de que aceleraran para una última
arremetida con el ritmo del “Yeah, Yeah, Yeah” de The Vibrators de fondo.
Extasiado total.
Una noche fuera de control que estamos deseando que se
repita lo antes posible. Frente a las inseguridades de la vida, he aquí un
valor fiable que no ha fallado hasta el momento al que uno se puede encomendar
en cuerpo y alma. Existen numerosas pruebas de fe.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
No hay comentarios:
Publicar un comentario