martes, 29 de enero de 2019

DEAD BRONCO: SIN REMORDIMIENTOS


Kafe Antzokia, Bilbao

Los golpes de timón en ocasiones suelen ser efectivos. Sacan al personal del aletargamiento general y provocan que los asuntos importantes pasen a primera línea de fuego. Ya no vale esconderse debajo de la mesa, sino abordar el tema fría y llanamente sin aspavientos. Un revulsivo total para timoratos o esa clase de tipos que tanto abundan en la actualidad que dudan hasta de su sombra. Una revolución jamás se hará con semejantes infraseres. Echemos las tibiezas a la basura. Y sin reciclar.

Algo parecido habrán pensado en Dead Bronco al editar su reciente disco ‘Driven By Frustration’ y distanciarse de toda su trayectoria anterior con una peculiar propuesta que ellos definen como “Americana Sludge” y que su líder Matt Horan justificaba por su uso de instrumentos tradicionales como el banjo o la mandolina, entre otros. Si bien es cierto que en lanzamientos previos ya habían experimentado cierta progresión no ha sido hasta este último trabajo cuando han volado alto con una rejuvenecida y dinámica banda y una apuesta que resulta cuando menos arriesgada.


Porque estaba claro que hasta entonces contaban con un público variopinto en el que cobraba especial importancia el sector rockabilly, guardianes de las esencias que se verían sin duda reflejados en aquellos veteranos miembros que luego acabarían apiñados en torno a General Lee. Los mismos que probablemente ahora se rasguen las vestiduras ante este nuevo giro contundente que les lleva a exclamar entre horrorizados e indignados “¡Pero es que ahora hacen metal!”, como pudimos escuchar por ahí.

Con cada decisión relevante se producen bajas, eso es inevitable, pero lo importante es que se renueven los efectivos, algo que sucede en la actualidad en términos de asistencia, según comprobamos aquella noche en el Kafe Antzokia. Quizás el nuevo enfoque haya favorecido la presencia de un mayor volumen de chavalada, pese a que algunos vetustos seguidores siguieran estando por ahí, aunque solo sea para echar pestes. La épica del sufrimiento.

Wicked Wizzard, un trío a lo The Vintage Caravan.
 En una onda completamente diferente a la tónica de la velada, calentaron el ambiente Wicked Wizzard, unos émulos totales de Black Sabbath que se podrían codear tranquilamente con grupos añejos contemporáneos rollo Kadavar o The Vintage Caravan. No en vano este power trío de Mungia sonaba como una auténtica apisonadora en directo y su descomunal pericia, plasmada en verdaderos solos de escándalo, recordaba sobremanera a los islandeses. Y encima no renunciaban a esas atmósferas psicodélicas ideales para ir de cuelgue, incluso sus piezas reposadas molaban. Un torrente de electricidad.

Que el buen ambiente es fundamental para el funcionamiento de una formación es algo de una lógica aplastante. Y que en Dead Bronco andan con mucha coña quedó patente cuando recurrieron al casposo “Azul” de Cristian Castro como melodía previa antes de saltar al escenario. Menos mal que la seriedad no tardó en llegar con la épica de “Death of an Appalachian” antes de pisar el acelerador a fondo con “Scumbag”, un corte de base contundente y hasta cierto aire a Metallica que certifica como pocos ese reciente cambio de rumbo, que en nuestra opinión ha sido a mejor.


“Devil’s Road” siguió profundizando en el sabor del terruño americano y “I Hate You” se torna todo un trallazo que fuerza al extremo la maquinaria cowpunk. De hecho, no pasó mucho tiempo hasta que rompieran una cuerda, algo que no sorprende en absoluto, pues también han ganado bastante en intensidad. La etapa anterior comparada con lo que hacen hoy en día parecen juegos florales.

Qué gustazo que la velocidad en los recitales también se haya incrementado significativamente. Si antes esperábamos con ansia que se arrancaran con la frenética “Stupid Man”, poco después vuelven a recurrir a la artillería pesada con un “Freight Train” en el que el voceras Matt pega saltos y casi funde la guitarra de los meneos que le pega. Que llueva whisky sobre nuestras cabezas.


La versatilidad y amplitud de miras que tienen ahora se palpa en el aire a lo Guns N’ Roses de “Life of Leech”, quizás por eso alguien enardecido por el macarrismo lanzó un preservativo al escenario. Y esa voluntad de picotear en géneros a priori ajenos sigue prevaleciendo a lo largo del recital, como en la revisión del “Vampira” de The Misfits, algo casi inimaginable con los antiguos miembros. Sin cerrarse a nada.

“Penitent Man” a toda pastilla y con el micro sufriendo de lo lindo se convierte en uno de los puntos álgidos de la noche. Pero ellos no son unos convidados de piedra ante semejante derroche de energía y lo mismo se suben a un bafle o utilizan un contrabajo a modo de improvisada atalaya desde la que divisar al personal en lontananza. Quizás a veces les pierda tanto cachondeo, aunque cuando las salidas de tono sirven para esbozar una sonrisa o hacer un breve alto en el camino siempre son perdonables.  


“No Name” y “Funeral Inhibited” pillaron a Matt desgarrando la voz antes de que las tablas se fundieran en color rojizo y asemejaran su espectáculo a un bolo de black metal en el que solo faltaban pentagramas y machos cabríos, otra de esas cosas que ni se le hubiera pasado por la cabeza a cualquier fan de la trayectoria precedente, unos cuantos se santiguarían fijo. Una eucaristía diabólica que celebran introduciéndose entre las masas y lanzando cerveza, como debe ser.

Un carácter impío que subrayan en “The Shepherd” y en la apocalíptica “Lucifer’s The Light Of The World”, versión de King Dude más negrísima que el carbón que incita a quemar iglesias por lo menos.  En el último aliento recurren a “Keg Stand”, que desata pogos por doquier en los que volaron hasta zapatillas, y en una furia destructora de instrumentos que ni los The Who vemos con cierto dolor en el alma al contrabajo estrellarse contra el suelo. Brutal.

Un bolazo de los de sentar cátedra, a pesar de que ahora sean más punkarras y aperturistas, más Hank III que rockabillies. Eso sí, siguen apelando a los temas que verdaderamente interesan a la gente, esto es, la priva y sus efectos sobre el organismo. Y uno lo aplaude con el mismo entusiasmo con el que el bourbon resbala por la garganta. Sin remordimientos al día siguiente.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN


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