Kafe Antzokia, Bilbao
Los golpes de timón en ocasiones suelen ser efectivos. Sacan
al personal del aletargamiento general y provocan que los asuntos importantes
pasen a primera línea de fuego. Ya no
vale esconderse debajo de la mesa, sino abordar el tema fría y llanamente sin
aspavientos. Un revulsivo total para timoratos o esa clase de tipos que tanto
abundan en la actualidad que dudan hasta de su sombra. Una revolución jamás se
hará con semejantes infraseres. Echemos las tibiezas a la basura. Y sin
reciclar.
Algo parecido habrán pensado en Dead Bronco al editar su reciente disco ‘Driven By Frustration’ y distanciarse de toda su trayectoria
anterior con una peculiar propuesta que ellos definen como “Americana Sludge” y que su líder Matt
Horan justificaba por su uso de instrumentos tradicionales como el banjo o la
mandolina, entre otros. Si bien es cierto que en lanzamientos previos ya habían
experimentado cierta progresión no ha sido hasta este último trabajo cuando han
volado alto con una rejuvenecida y dinámica banda y una apuesta que resulta
cuando menos arriesgada.
Porque estaba claro que hasta entonces contaban con un
público variopinto en el que cobraba especial importancia el sector rockabilly,
guardianes de las esencias que se verían sin duda reflejados en aquellos
veteranos miembros que luego acabarían apiñados en torno a General Lee. Los
mismos que probablemente ahora se rasguen las vestiduras ante este nuevo giro
contundente que les lleva a exclamar entre horrorizados e indignados “¡Pero es que ahora hacen metal!”, como
pudimos escuchar por ahí.
Con cada decisión relevante se producen bajas, eso es
inevitable, pero lo importante es que se renueven los efectivos, algo que
sucede en la actualidad en términos de asistencia, según comprobamos aquella
noche en el Kafe Antzokia. Quizás el nuevo enfoque haya favorecido la presencia
de un mayor volumen de chavalada, pese a que algunos vetustos seguidores
siguieran estando por ahí, aunque solo sea para echar pestes. La épica del
sufrimiento.
Wicked Wizzard, un trío a lo The Vintage Caravan. |
En una onda completamente diferente a la tónica de la
velada, calentaron el ambiente Wicked
Wizzard, unos émulos totales de Black Sabbath que se podrían codear
tranquilamente con grupos añejos contemporáneos rollo Kadavar o The Vintage
Caravan. No en vano este power trío de Mungia sonaba como una auténtica
apisonadora en directo y su descomunal pericia, plasmada en verdaderos solos de
escándalo, recordaba sobremanera a los islandeses. Y encima no renunciaban a
esas atmósferas psicodélicas ideales para ir de cuelgue, incluso sus piezas
reposadas molaban. Un torrente de electricidad.
Que el buen ambiente es fundamental para el funcionamiento
de una formación es algo de una lógica aplastante. Y que en Dead Bronco andan con mucha coña quedó
patente cuando recurrieron al casposo “Azul” de Cristian Castro como melodía
previa antes de saltar al escenario. Menos mal que la seriedad no tardó en
llegar con la épica de “Death of an Appalachian” antes de pisar el acelerador a
fondo con “Scumbag”, un corte de base contundente y hasta cierto aire a
Metallica que certifica como pocos ese reciente cambio de rumbo, que en nuestra
opinión ha sido a mejor.
“Devil’s Road” siguió profundizando en el sabor del terruño
americano y “I Hate You” se torna todo un trallazo que fuerza al extremo la
maquinaria cowpunk. De hecho, no pasó mucho tiempo hasta que rompieran una
cuerda, algo que no sorprende en absoluto, pues también han ganado bastante en
intensidad. La etapa anterior comparada con lo que hacen hoy en día parecen
juegos florales.
Qué gustazo que la velocidad en los recitales también se
haya incrementado significativamente. Si antes esperábamos con ansia que se
arrancaran con la frenética “Stupid Man”, poco después vuelven a recurrir a la
artillería pesada con un “Freight Train” en el que el voceras Matt pega saltos
y casi funde la guitarra de los meneos que le pega. Que llueva whisky sobre
nuestras cabezas.
La versatilidad y amplitud de miras que tienen ahora se
palpa en el aire a lo Guns N’ Roses de “Life of Leech”, quizás por eso alguien
enardecido por el macarrismo lanzó un preservativo al escenario. Y esa voluntad
de picotear en géneros a priori ajenos sigue prevaleciendo a lo largo del
recital, como en la revisión del “Vampira” de The Misfits, algo casi
inimaginable con los antiguos miembros. Sin cerrarse a nada.
“Penitent Man” a toda pastilla y con el micro sufriendo de
lo lindo se convierte en uno de los puntos álgidos de la noche. Pero ellos no
son unos convidados de piedra ante semejante derroche de energía y lo mismo se
suben a un bafle o utilizan un contrabajo a modo de improvisada atalaya desde
la que divisar al personal en lontananza. Quizás a veces les pierda tanto
cachondeo, aunque cuando las salidas de tono sirven para esbozar una sonrisa o
hacer un breve alto en el camino siempre son perdonables.
“No Name” y “Funeral Inhibited” pillaron a Matt desgarrando
la voz antes de que las tablas se fundieran en color rojizo y asemejaran su
espectáculo a un bolo de black metal en el que solo faltaban pentagramas y
machos cabríos, otra de esas cosas que ni se le hubiera pasado por la cabeza a
cualquier fan de la trayectoria precedente, unos cuantos se santiguarían fijo.
Una eucaristía diabólica que celebran introduciéndose entre las masas y lanzando
cerveza, como debe ser.
Un carácter impío que subrayan en “The Shepherd” y en la
apocalíptica “Lucifer’s The Light Of The World”, versión de King Dude más
negrísima que el carbón que incita a quemar iglesias por lo menos. En el último aliento recurren a “Keg Stand”,
que desata pogos por doquier en los que volaron hasta zapatillas, y en una
furia destructora de instrumentos que ni los The Who vemos con cierto dolor en
el alma al contrabajo estrellarse contra el suelo. Brutal.
Un bolazo de los de sentar cátedra, a pesar de que ahora sean
más punkarras y aperturistas, más Hank III que rockabillies. Eso sí, siguen
apelando a los temas que verdaderamente interesan a la gente, esto es, la priva
y sus efectos sobre el organismo. Y uno lo aplaude con el mismo entusiasmo con
el que el bourbon resbala por la garganta. Sin remordimientos al día siguiente.
TEXTO:
ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN
FOTOS: MARINA ROUAN
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