jueves, 17 de enero de 2019

FANGS ON FUR: ÉXTASIS TRIBAL


Nave 9, Bilbao

Nunca nos cansaremos de alabar a los promotores que apuestan por propuestas que se salen de lo que podríamos catalogar de “normal” por estos lares, breves píldoras que nos hacen desconectar de la rutina y nos acercan estilos que en determinadas latitudes constituyen casi una extravagancia propia de perros verdes. Ecos lejanos de descomunales urbes en las que la versatilidad campa a sus anchas. Un vistazo al exterior.

En esta categoría entraría el deathrock en la senda de Christian Death de los angelinos Fangs on Fur, representantes contemporáneos de una escena underground en la que convivían grupos oscurillos con otros más punkis donde a veces se confundían los unos con los otros. No en vano ambos procedían de aquel mismo tronco común con los tres acordes y la actitud incendiaria por bandera.


Quizás por ese motivo un pleno domingo se acercó hasta la Nave 9 mucha peña procedente de la escena punk, vimos por ahí por ejemplo a una leyenda de la altura de Rafa Balmaseda de Parálisis Permanente, el no menos mítico vocalista Txarly Usher (La Casa Usher, Radiocrimen y un largo etcétera) o Nando de Los Carniceros del Norte. No era de extrañar que en aquel evento se siguiera a pies puntillas la ortodoxia del imperdible con los preceptivos pogos y cerveza volando por los aires. Para cuidar el cutis y la melena.

Teniendo en cuenta anteriores precedentes, pensábamos que una propuesta de tales características apenas suscitaría el interés de cuatro freaks, pero se acercaron también unos cuantos curiosos conscientes de que lo gótico sigue constituyendo toda una rareza en 2019. Una escena que en esta zona se suele mimetizar y hasta confundir con el punk, pese a que la distancia existente entre Sex Pistols y Joy Division sea abismal.


Con una puesta en escena muy currada en la que sobresalía una enérgica vocalista con cresta mohicana, Fangs On Fur fueron directos al grano con “Fire (Wishing Well)”, perfecta para entrar en harina y sumergirse de un plumazo en su sonido. Y la peña se mostró muy entregada desde el inicio montando bulla, aunque ellos no pronunciaron palabra alguna hasta el quinto o sexto tema por lo menos. A la vieja usanza, dejemos que la música hable.

La estética post apocalíptica a lo ‘Mad Max’ llamaba bastante la atención, hasta el punto de eclipsar en ocasiones las composiciones, pero lo cierto es que no se lo montaban nada mal, con un batería con una pegada descomunal y un bajista y guitarrista que cumplían sus funciones sin estridencias. La cantante exhibió tonos a lo Siouxsie y cierto descaro como cuando dijo que se le había olvidado el set list, que dicho sea de paso tampoco es que fuera demasiado largo.


Al igual que los italianos Horror Vacui, su vertiente punk prevalecía sobre el aspecto gótico y ya andábamos avisados de que aquello sería un visto y no visto, pues en sus otros bolos en la península habían tocado poco más de media hora. “Dead Or Alive” o “Cigarrette” suponían trallazos con la suficiente actitud para no aburrirse lo más mínimo y al encadenar cortes sin pausa que valga tampoco era probable que uno perdiera el hilo. Una inmersión total en parámetros bien definidos que desde luego no cambiarían el mundo por su espectacular innovación.

Preguntó el guitarra a ver qué día era y pareció sorprendido por la respuesta, la verdad es que se había formado un sarao bastante digno para ser un domingo. Ritmos tribales a lo Southern Death Cult introdujeron una leve variedad en el repertorio que para cuando nos dimos cuenta ya se había terminado. De hecho, seguramente no superarían la decena de piezas, pero para despejar algo la mente valían de sobra. La vocalista incluso se despidió de las tablas lanzando un beso cual señorita decimonónica. Que no se pierdan las formas, ni siquiera en contextos aguerridos, claro que sí.


Regresaron incidiendo de nuevo en las esencias indígenas mientras de vez en cuando seguía lloviendo cerveza cortesía de un asistente con ínfulas de sifón humano. El deathrock no se perdió tampoco de vista antes de un desconcertante final con su guitarrista solo en el escenario enfrascado en punteos fantasmagóricos. Aquella no era manera de finiquitar, por lo que esperábamos que volverían para alguna punkarrada oscurilla más, pero nada. Un vacío absoluto que casi se tornó hasta existencial, pues pocos se atrevieron a abandonar el recinto tras aquel falso final que abría más interrogantes que respuestas. Así eran las cosas. Hay que asumir lo inevitable.

Tal vez lo que cautivara más de ellos fuera su estética currada, con mención especial para la camiseta de Specimen del bajista, pues a nivel musical tampoco es que inventaran la rueda, aunque su éxtasis tribal tuviera su punto. Pero bueno, como hemos dicho, siempre es un gustazo contemplar retazos de puro underground por esta zona. Y que sigan llegando.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

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