Nave 9, Bilbao
Nunca nos cansaremos de alabar a los promotores que apuestan
por propuestas que se salen de lo que podríamos catalogar de “normal” por estos lares, breves píldoras
que nos hacen desconectar de la rutina y nos acercan estilos que en
determinadas latitudes constituyen casi una extravagancia propia de perros
verdes. Ecos lejanos de descomunales urbes en las que la versatilidad campa a
sus anchas. Un vistazo al exterior.
En esta categoría entraría el deathrock en la senda de
Christian Death de los angelinos Fangs on Fur, representantes contemporáneos de
una escena underground en la que
convivían grupos oscurillos con otros más punkis donde a veces se confundían
los unos con los otros. No en vano ambos procedían de aquel mismo tronco común
con los tres acordes y la actitud incendiaria por bandera.
Quizás por ese motivo un pleno domingo se acercó hasta la
Nave 9 mucha peña procedente de la escena punk, vimos por ahí por ejemplo a una
leyenda de la altura de Rafa Balmaseda de Parálisis Permanente, el no menos
mítico vocalista Txarly Usher (La Casa Usher, Radiocrimen y un largo etcétera)
o Nando de Los Carniceros del Norte. No era de extrañar que en aquel evento se
siguiera a pies puntillas la ortodoxia del imperdible con los preceptivos pogos
y cerveza volando por los aires. Para cuidar el cutis y la melena.
Teniendo en cuenta anteriores precedentes, pensábamos que una
propuesta de tales características apenas suscitaría el interés de cuatro freaks, pero se acercaron también unos cuantos
curiosos conscientes de que lo gótico sigue constituyendo toda una rareza en
2019. Una escena que en esta zona se suele mimetizar y hasta confundir con el
punk, pese a que la distancia existente entre Sex Pistols y Joy Division sea
abismal.
Con una puesta en escena muy currada en la que sobresalía
una enérgica vocalista con cresta mohicana, Fangs On Fur fueron directos al grano con “Fire (Wishing Well)”,
perfecta para entrar en harina y sumergirse de un plumazo en su sonido. Y la
peña se mostró muy entregada desde el inicio montando bulla, aunque ellos no
pronunciaron palabra alguna hasta el quinto o sexto tema por lo menos. A la
vieja usanza, dejemos que la música hable.
La estética post apocalíptica a lo ‘Mad Max’ llamaba
bastante la atención, hasta el punto de eclipsar en ocasiones las
composiciones, pero lo cierto es que no se lo montaban nada mal, con un batería
con una pegada descomunal y un bajista y guitarrista que cumplían sus funciones
sin estridencias. La cantante exhibió tonos a lo Siouxsie y cierto descaro como
cuando dijo que se le había olvidado el set list, que dicho sea de paso tampoco
es que fuera demasiado largo.
Al igual que los italianos Horror Vacui, su vertiente punk
prevalecía sobre el aspecto gótico y ya andábamos avisados de que aquello sería
un visto y no visto, pues en sus otros bolos en la península habían tocado poco
más de media hora. “Dead Or Alive” o “Cigarrette” suponían trallazos con la
suficiente actitud para no aburrirse lo más mínimo y al encadenar cortes sin pausa
que valga tampoco era probable que uno perdiera el hilo. Una inmersión total en
parámetros bien definidos que desde luego no cambiarían el mundo por su
espectacular innovación.
Preguntó el guitarra a ver qué día era y pareció sorprendido
por la respuesta, la verdad es que se había formado un sarao bastante digno
para ser un domingo. Ritmos tribales a lo Southern Death Cult introdujeron una
leve variedad en el repertorio que para cuando nos dimos cuenta ya se había
terminado. De hecho, seguramente no superarían la decena de piezas, pero para
despejar algo la mente valían de sobra. La vocalista incluso se despidió de las
tablas lanzando un beso cual señorita decimonónica. Que no se pierdan las
formas, ni siquiera en contextos aguerridos, claro que sí.
Regresaron incidiendo de nuevo en las esencias indígenas
mientras de vez en cuando seguía lloviendo cerveza cortesía de un asistente con
ínfulas de sifón humano. El deathrock no se perdió tampoco de vista antes de un
desconcertante final con su guitarrista solo en el escenario enfrascado en
punteos fantasmagóricos. Aquella no era manera de finiquitar, por lo que
esperábamos que volverían para alguna punkarrada oscurilla más, pero nada. Un
vacío absoluto que casi se tornó hasta existencial, pues pocos se atrevieron a
abandonar el recinto tras aquel falso final que abría más interrogantes que
respuestas. Así eran las cosas. Hay que asumir lo inevitable.
Tal vez lo que cautivara más de ellos fuera su estética
currada, con mención especial para la camiseta de Specimen del bajista, pues a
nivel musical tampoco es que inventaran la rueda, aunque su éxtasis tribal
tuviera su punto. Pero bueno, como hemos dicho, siempre es un gustazo
contemplar retazos de puro underground por
esta zona. Y que sigan llegando.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
No hay comentarios:
Publicar un comentario