jueves, 10 de enero de 2019

KURT BAKER COMBO: UN ORFEBRE DE MELODÍAS


Nave 9, Bilbao

Dicen que el primero que usó el término power pop fue Pete Townshend de The Who allá por 1967 en una entrevista para NME para referirse al tipo de música que ellos tocaban. Lo cierto es que en su momento no demasiada gente prestó atención a aquel hallazgo lingüístico para definir a todo un estilo que viviría su apogeo en décadas venideras, pero a comienzos de los setenta algún osado como Barry Taylor ya la empezaba a emplear para describir el sonido de The Sweet. Realmente no se hablaba de nada rompedor o fuera de lo común, sino de melodías y arreglos sencillos contrapuestos a unas guitarras y una base rítmica potente. Una peculiar manera de presentar el espíritu punk en sociedad sin la carga negativa que dicha palabra provocaba en determinados círculos.

Si existe un artista que sigue la ortodoxia power pop al milímetro, ese sería el norteamericano Kurt Baker, fundador de The Leftovers y que lleva ya un tiempo montándoselo por su propia cuenta. No en vano ahora reside en Madrid y dispone de una banda de procedencia leonesa, si excluimos al enérgico batería de origen ruso Sam Malakian. Recientemente han editado en la discográfica de Steve Van Zandt, brazo derecho de Bruce Springsteen en la E Street Band, su álbum ‘Let’s Go Wild’ y varios temas de Baker han sido seleccionados en repetidas ocasiones por el popular guitarrista y locutor radiofónico en su programa en las ondas.


Ya había presentado dicho lanzamiento en la capital vizcaína el pasado mayo, pero eso no fue óbice para que la Nave 9 se llenara hasta agotar el papel con un entusiasmado respetable maduro con algunas chicas guapas en las primeras filas. Había mucha peña “bien” con camisas floreadas que jamás hemos visto en ningún concierto y se montó un jolgorio impresionante, espoleado además por el gerente del garito Txarly, que ofreció a la concurrencia deliciosos rollitos de primavera. Saraos de altura.

Con gritos de “muy mola” entre la multitud, su muletilla más característica, Kurt Baker Combo oficiaron a toda mecha desde el principio con la tralla casi punk de “Upside Down” a un volumen atronador que sentimos sobremanera, pues nos encontrábamos a escasos metros de los bafles. “Baby’s Gone Bad” aflojó un poquito el ritmo en detrimento de melodías a lo Imperial State Electric antes de que se tiraran en plancha al almíbar de “So Lonely”, con esos contagiosos coros reminiscentes a los Beatles de su primera época.


Los tipos andaban ya animados y Kurt gritaba como loco “¡Chupitous!” con su marcado acento guiri, al tiempo que el batera pintado similar a Hank von Hell restaba importancia al asunto diciendo: “Para una vez que salimos…”. Y lo cierto es que era complicado aburrirse con temazos del calibre de “Foolish Stuff” o “Everybody Knows”, pura perfección power pop con guitarrazos y estribillos para corear a pleno pulmón.

El asunto del bebercio alcanzaba ya casi la amenaza de motín, pues llegaron a afirmar que “sin chupitos no hay concierto”, pero el recital siguió a un nivel elevado con “Sick Of Waiting” o “Next Tomorrow”, con el batera ruso aporreando con una saña inaudita, vaya máquina. Y el “Nobody But Me” de los Isley Brothers desató un recatado pogo pureta por su rollo a lo “Twist and Shout” y hasta corros en plan hermandad. Los ánimos por las nubes. Ya se podrían emocionar tanto los millennials.


“Don’t Steal My Heart Away” vuelve a evocar a los Fab Four del segundo disco o del “Beatles For Sale”, mientras que bordan de nuevo la revisión del “Behind The Wall Of Sleep” de The Smithereens, que también tocaron en mayo y les queda niquelada. Hubo que dar algo de palmas diciendo su grito de guerra “muy mola” , pero a un tipo tan crack como Kurt Baker se lo podemos perdonar, así como que el batera Sam pusiera los dientes largos amagando con el “No Fun” de The Stooges, que sí interpretaron en su bolo del Crazy Horse, si mal no recuerdo.

Pero había todavía munición potente con un “Send Me To Mars” a tope de revoluciones. El de las baquetas era el cachondo del grupo, eso quedó claro una vez más cuando dijo: “¿Queréis más? Pues dadme más cerveza”. Qué pasión por el bebercio, madre. Una petición que fue apoyada por el resto del grupo, uno de sus compis resaltó el carácter amigable del ruso afirmando que “es majo de cojones”. Y en esa tesitura desenfadada encajaba un “Partied Out” que dedicaron a los bolos. Lo que mejor saben hacer.


En su himno “Aorta Baby” intercalaron un breve fragmento del “What I Like About You” de The Romantics, otra piedra angular del género, y hasta amagaron con el “Knockin’ On Heaven’s Door” de Dylan antes de descartarla por trillada. “Don’t Go Falling In Love” sirvió para despedirse por un momento, no en vano se ha convertido en otro de sus clásicos. Piezas redondas para consolidar un recital sin desperdicio alguno.

A la vuelta esperábamos el “No Fun” de The Stooges, pero se decantaron por otra cumbre del power pop, el “Shake Some Action” de The Flamin’ Groovies, con los señores del respetable cogidos de los hombros en un despiporre colectivo, se notaba que lo estaban disfrutando de veras. Y el broche llegó con el “Bad Boy” del pionero del rock n’ roll Larry Williams, que ya grabaron expresamente los Beatles para el mercado americano en 1965 el día del cumpleaños del cantante. Satisfechos más que de sobra.

Kurt Baker y sus compis continúan demostrando una solvencia descomunal en las distancias cortas, sería complicado, o quizás imposible, pillarles en un concierto malo o mediocre. Y eso que en cuanto a repertorio cambiaron bastante respecto a su anterior visita a Bilbao, sorprendiendo y sin acomodarse como vulgares funcionarios, otro detalle que les gana el cielo. Un orfebre de las melodías se siente cómodo en cualquier terreno. Que vuelvan cuanto antes.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

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