Nave 9, Bilbao
Dicen que el primero que usó el término power pop fue Pete
Townshend de The Who allá por 1967 en una entrevista para NME para referirse al
tipo de música que ellos tocaban. Lo cierto es que en su momento no demasiada
gente prestó atención a aquel hallazgo lingüístico para definir a todo un
estilo que viviría su apogeo en décadas venideras, pero a comienzos de los
setenta algún osado como Barry Taylor ya la empezaba a emplear para describir
el sonido de The Sweet. Realmente no se hablaba de nada rompedor o fuera de lo
común, sino de melodías y arreglos sencillos contrapuestos a unas guitarras y
una base rítmica potente. Una peculiar manera de presentar el espíritu punk en
sociedad sin la carga negativa que dicha palabra provocaba en determinados
círculos.
Si existe un artista que sigue la ortodoxia power pop al
milímetro, ese sería el norteamericano Kurt Baker, fundador de The Leftovers y
que lleva ya un tiempo montándoselo por su propia cuenta. No en vano ahora
reside en Madrid y dispone de una banda de procedencia leonesa, si excluimos al
enérgico batería de origen ruso Sam Malakian. Recientemente han editado en la
discográfica de Steve Van Zandt, brazo derecho de Bruce Springsteen en la E Street
Band, su álbum ‘Let’s Go Wild’ y varios temas de Baker han sido seleccionados
en repetidas ocasiones por el popular guitarrista y locutor radiofónico en su
programa en las ondas.
Ya había presentado dicho lanzamiento en la capital vizcaína
el pasado mayo, pero eso no fue óbice para que la Nave 9 se llenara hasta
agotar el papel con un entusiasmado respetable maduro con algunas chicas guapas
en las primeras filas. Había mucha peña “bien”
con camisas floreadas que jamás hemos visto en ningún concierto y se montó un
jolgorio impresionante, espoleado además por el gerente del garito Txarly, que
ofreció a la concurrencia deliciosos rollitos de primavera. Saraos de altura.
Con gritos de “muy
mola” entre la multitud, su muletilla más característica, Kurt Baker Combo oficiaron a toda mecha
desde el principio con la tralla casi punk de “Upside Down” a un volumen
atronador que sentimos sobremanera, pues nos encontrábamos a escasos metros de
los bafles. “Baby’s Gone Bad” aflojó un poquito el ritmo en detrimento de melodías
a lo Imperial State Electric antes de que se tiraran en plancha al almíbar de
“So Lonely”, con esos contagiosos coros reminiscentes a los Beatles de su
primera época.
Los tipos andaban ya animados y Kurt gritaba como loco “¡Chupitous!” con su marcado acento
guiri, al tiempo que el batera pintado similar a Hank von Hell restaba
importancia al asunto diciendo: “Para una
vez que salimos…”. Y lo cierto es que era complicado aburrirse con temazos
del calibre de “Foolish Stuff” o “Everybody Knows”, pura perfección power pop
con guitarrazos y estribillos para corear a pleno pulmón.
El asunto del bebercio alcanzaba ya casi la amenaza de
motín, pues llegaron a afirmar que “sin
chupitos no hay concierto”, pero el recital siguió a un nivel elevado con
“Sick Of Waiting” o “Next Tomorrow”, con el batera ruso aporreando con una saña
inaudita, vaya máquina. Y el “Nobody But Me” de los Isley Brothers desató un
recatado pogo pureta por su rollo a lo “Twist and Shout” y hasta corros en plan
hermandad. Los ánimos por las nubes. Ya se podrían emocionar tanto los
millennials.
“Don’t Steal My Heart Away” vuelve a evocar a los Fab Four
del segundo disco o del “Beatles For Sale”, mientras que bordan de nuevo la
revisión del “Behind The Wall Of Sleep” de The Smithereens, que también tocaron
en mayo y les queda niquelada. Hubo que dar algo de palmas diciendo su grito de
guerra “muy mola” , pero a un tipo
tan crack como Kurt Baker se lo podemos perdonar, así como que el batera Sam
pusiera los dientes largos amagando con el “No Fun” de The Stooges, que sí
interpretaron en su bolo del Crazy Horse, si mal no recuerdo.
Pero había todavía munición potente con un “Send Me To Mars”
a tope de revoluciones. El de las baquetas era el cachondo del grupo, eso quedó
claro una vez más cuando dijo: “¿Queréis
más? Pues dadme más cerveza”. Qué pasión por el bebercio, madre. Una
petición que fue apoyada por el resto del grupo, uno de sus compis resaltó el
carácter amigable del ruso afirmando que “es
majo de cojones”. Y en esa tesitura desenfadada encajaba un “Partied Out”
que dedicaron a los bolos. Lo que mejor saben hacer.
En su himno “Aorta Baby” intercalaron un breve fragmento del
“What I Like About You” de The Romantics, otra piedra angular del género, y
hasta amagaron con el “Knockin’ On Heaven’s Door” de Dylan antes de descartarla
por trillada. “Don’t Go Falling In Love” sirvió para despedirse por un momento,
no en vano se ha convertido en otro de sus clásicos. Piezas redondas para
consolidar un recital sin desperdicio alguno.
A la vuelta esperábamos el “No Fun” de The Stooges, pero se
decantaron por otra cumbre del power pop, el “Shake Some Action” de The Flamin’
Groovies, con los señores del respetable cogidos de los hombros en un despiporre
colectivo, se notaba que lo estaban disfrutando de veras. Y el broche llegó con
el “Bad Boy” del pionero del rock n’ roll Larry Williams, que ya grabaron
expresamente los Beatles para el mercado americano en 1965 el día del
cumpleaños del cantante. Satisfechos más que de sobra.
Kurt Baker y sus compis continúan demostrando una solvencia
descomunal en las distancias cortas, sería complicado, o quizás imposible,
pillarles en un concierto malo o mediocre. Y eso que en cuanto a repertorio
cambiaron bastante respecto a su anterior visita a Bilbao, sorprendiendo y sin
acomodarse como vulgares funcionarios, otro detalle que les gana el cielo. Un
orfebre de las melodías se siente cómodo en cualquier terreno. Que vuelvan
cuanto antes.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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