Sala Mytho, Bilbao
En la vida de cualquier persona decente no existen muchas
razones para levantarse de la cama un domingo al mediodía. Ya dijo Bunbury hace
unos añitos que hacerlo antes de la una de la tarde es incluso un gesto de mala
educación. Sea cierto o no, lo que queda claro es que nadie debería ponerse en
pie en un momento tan intempestivo sin un motivo verdadero de peso. Que ese
esfuerzo sobrehumano se vea recompensado con algo que justifique tamaña gesta.
Habíamos perdido ya la práctica de lo que implicaba volver
de fiesta y pocas horas después ir a un concierto. Podría decirse que hubo una
conjunción de los astros en diversos aspectos. Un cartel potente de esos de
volarte hasta la peluca, por mucha resaca que uno tenga, y un ambientazo que
hacía aquello parecer más un sábado por la noche. La cantidad de conocidos por
metro cuadrado daba entender que era una de esas citas que muchos habían
apuntado en el calendario tiempo ha.
Un lleno absoluto trastocó el habitual ajetreo dominical de
la zona de Bolueta. A los visitantes del mercadillo que se monta por ahí, hubo
que sumar una nutrida multitud que convirtió un lugar antaño inhóspito en un
punto realmente concurrido y con un calor asfixiante digno del infierno. Bueno,
nadie dijo que esto fuera a ser fácil. A sudar la gota gorda.
Quizás esto último fuera el causante de que la peña
anduviera casi como las vacas al pasar el tren cuando abrieron el mañaneo
canalla Desorden, con su
espectacular vocalista quedándose una vez más con el respetable, a los que incluso retó diciendo: “Podéis subir y chuparnos”. Y por supuesto no dudó en hacer sangre
con el predominio de veteranos en el garito: “La media de edad es de 45”. Un rapapolvo que no le impidió bajar
luego para desparramar entre los fieles con tanta intensidad que casi derrapó
por el ya entonces resbaladizo suelo.
Desorden retando al personal. |
Con el batería imprimiendo carácter allá por el fondo,
Iratxe demostró que es una grande de la escena hasta un domingo al mediodía, un
puro torbellino de descontrol ante el que el paisanaje apenas se inmutaba, lo
que había que ver. La temperatura hervidero es evidente que hizo mella en los
ánimos y los que no se quedaron abajo echando el cigarro, permanecieron
impávidos cual gatos de escayola. Un detalle que llamó la atención de la
voceras, que no tiene pinta de callarse las cosas, y exigió “actitud” porque “luego la pedís”. Toda la razón. Su versión euskérica del “We Are
All We Have” de The Casualties y el “Todo por nada” de M.C.D. certificaron que
la energía descomunal donde no faltaba era encima del escenario. A contracorriente.
Y como si de repente hubieran colocado un reloj alarma de
proporciones gigantescas, a la señal de Rat-Zinger
la parroquia despertó casi al unísono. Y no era para menos con “Dios salve a
Ronnie Biggs” y “Santa Calavera”, dos trallazos directos a la yugular para
levantar a cualquiera del sitio, reconstituyentes de efecto inmediato.
“Apártate” y “Uno de los nuestros” siguieron incrementando la atmósfera
asfixiante del lugar, porque contemplar aquello como si fuera un concierto de
flauta y violín no se aceptaba como opción. A dejarse las cervicales.
Como ya hemos dicho en anteriores crónicas, los bilbaínos se
encuentran ahora en un estado de forma espectacular y si no están dando los
mejores bolos de su trayectoria, poco les falta. Sin pausas ni zarandajas,
pasan de “Tú serás nuestro dios” a “No habrá piedad para nadie” con un sonido
apabullante al ritmo de la locomotora que marca a la batera Xabier del Val,
esto sí que era desde luego un viaje al infierno.
“Dicen que soy” pilló a Fabi de Penadas por la Ley volando
entre la muchedumbre, y antes de arremeter con “Golpeando al hombre muerto”, Podri
dijo que “da igual nación, da igual país”
en uno de los pocos instantes en los que se permitió abrir la boca. Qué
gustazo disfrutar de bolos que van seguidos como el pasodoble, sin palabras
vacías y sin aflojar ni un momento el pistón. El equivalente musical a un
chupito de whisky, absenta o cualquier brebaje contundente.
Y en plena progresión ascendente, Podri preguntó: “¿Quién de vosotros va a cumplir condena?”. Quedaba
claro que lo que tocaba era observar la “L.E.Y.” y luego fustigarse a los sones
de “Amén”, previamente a emprender un viaje al mundo subterráneo y gritar “Larga
vida al infierno”. “Ya sabéis que
nosotros funcionamos bajo presión”, advirtió el voceras, pese a que para
entonces ya había un fiestón tremendo en la sala, que casi iba unido al calor
irrespirable. El que no se movía seguramente sería por efecto de esto último.
“Tu pasajero” por el tono siniestro y el mismo título ya
evoca a Parálisis Permanente antes de entregarse a confesiones ya consabidas
como “Soy un Kalashnikov”. Y otra pregunta esperada entre la congregación era
lo de “¿Cuántos hijos de perra han venido
hoy?”. Obviamente muchos, porque las entradas andaban agotadas. El ambiente
propicio para afrontar el dilema existencial de “¿Tenéis Speed?” a toda leche,
sin mirar atrás.
La recta final no defraudó lo más mínimo ni permitió ni un
segundo el aburrimiento. Si algo se puede extraer del modo en que afrontan los
bolos Rat- Zinger, es que deben estar compuestos de una pasta especial que les
hace “Indestructibles”. De hormigón puro. La estirpe de los que quemaron a sus
líderes.
“¡Arriba esas
cacharras!”, arengó Podri a una tropa que parecía infatigable al
desaliento. La munición preparada para descerrajar “9 mm” entre ceja y ceja a
cualquier descerebrado que después de semejante bolazo piense que el punk o el
rock n’ roll andan de capa caída o una monserga similar. Un magisterio
inapelable.
Como decíamos al principio, mucha envergadura tiene que
poseer un evento para sacarnos de la cama un domingo al mediodía. Pero este
vermú infernal para hijos de perra reunía todas las características para ello,
con un ambientazo impresionante y dos bandas dejándose la piel en las tablas
como si se tratara de un sábado por la noche. Hemos comulgado por una buena
temporada.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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