Nave 9, Bilbao
En época de festivales hay que reivindicar los conciertos en
garitos. Bien alto y claro. Sin complejos de inferioridad de ningún tipo. Fuera
las muchedumbres artificiales en las que a la mitad o más de sus miembros se la
suda la música. Por eso no resulta extraño toparse con tipos que se sitúan tan
alegremente de espaldas al escenario, obviando a propósito lo que se supone
importante en tales eventos. O quizás es que lo verdaderamente relevante es
lucir palmito o pillarse un tajadón de los de no acordarse de nada al día
siguiente. Cada cual con sus aficiones.
Todo un dominio de las distancias cortas expresan los suizos
The Jackets en sus bolos. Si ya su mezcla de garaje, punk y psicodelia implica
un batiburrillo bastante serio para despertar al personal, a ello hay que unir
el desbordante carisma que irradia una vocalista como Jackie Brutsche que lo
mismo valdría para un recital de rock n’ roll que para destacar en las artes
escénicas. Una fémina con un lenguaje no verbal tan potente como el de un mimo.
Y capacidad de expresión similar con sus gestos histriónicos y ese peculiar
maquillaje que recuerda a Turbonegro o al Alice Cooper de comienzos de los
setenta. Reencontrémonos con el señor Nice Guy.
Ante una afluencia digna para hallarnos a las puertas del
periodo estival, The Jackets
demostraron de primeras que lo que mejor se les da es el garaje canónico, sin
inventar la rueda ni mucho menos, pero dotando a los temas de vida gracias a la
magistral interpretación de su voceras. Es lo que pasa con “Dreamer”, que
también da inicio a su reciente largo ‘Queen of the Pill’. Y para la siguiente
pieza ya se podría contemplar a Jackie entre la muchedumbre. Sin perder el
tiempo.
A medida que fue avanzando el show, los movimientos de su
cantante se volvieron más frenéticos, con alaridos a lo The Cramps y gestos que
más bien bordaban lo teatral. Reivindicó a las féminas en “Hands off Me” y
preguntó por las chicas que había por el recinto, pero eran escasas, una
presencia testimonial. Y en “Wasting My Time” volvió a sentir la necesidad de
calor del respetable, por lo que se sumergió de nuevo entre los fieles, que le
hicieron un paseíllo para que se desfogara a gusto.
Muchas veces uno coincide con gente que se sube al escenario
sin gracia ninguna, con una actitud tan nula que podrían estar tranquilamente
en un sótano pelando patatas. Pero lo de Jacqueline, que confesó que los
locales confundían su nombre con “txakoli”,
era otra historia diferente. Una señora que entiende todo lo que implica salir
a las tablas, quedarse con la peña y que nadie se atreva ni a perderse unos
minutos del espectáculo. Los ojos como platos.
La tipa se pega tales garbeos que no dudó en exclamar que “el rock n’ roll es gimnasia” durante un redoble de batería. Y “At The
Go-Go” mostró un lado más punkarra previamente a que empezaran a hacer coñas, y
algo de publi, de la cerveza La Salve. Hubo preguntas un tanto ridículas como
si “el txakoli era mejor que una cerveza
fría”. Por favor, tengamos unos mínimos en materia alcohólica
“Floating Alice”, por el contrario, propicia el cuelgue por
su mantra hipnótico, uno de esos cortes para dejar claro que a la apariencia resultona
de Jackie hay que sumarle una prodigiosa garganta. Y no nos podemos olvidar
tampoco de ese batera impresionante, una pieza fundamental a la hora de crear
el conglomerado de ruido garajero que monta este trío en las distancias cortas.
Sin resquicio para amuermarse.
En la recta final apretaron el acelerador con la nihilista “You
Said”, que suena mucho más cruda que en estudio, y en “Keep Yourself Alive” la
vocalista nos deleitó con la típica acrobacia que hace uno ante los demás para
demostrar que no está borracho. Y “You’d Better” se tornó otra pieza garajera
frenética en la que Jackie volvió a darse un baño de masas, puso caretos a tutiplén
y regresó a las tablas triunfante con la convicción de haber epatado lo suficiente
al personal.
“Ahora haced ruido”,
nos conminó la frontwoman antes de los bises, o de lo contrario se irían a
dormir, según expresó con un reconocible gesto. Todavía había acrobacias
guardadas, como lo de tirarse al suelo para elevar las piernas en posición de
tijera. “Freak Out” fue otro derroche de energía desbocada antes de un “Losers
Lullaby”, cuyo comienzo recuerda demasiado al mítico “New Rose” de The Damned.
Y en “What We Gonna Do” el colofón adoptó la mejor forma posible cuando pidió a
la peña acercarse para que se la llevaran en volandas. Como una diosa.
Quizás este género ande más visto que el tebeo por la
multitud de bandas que proliferan por ahí, la mayoría sobrevaloradas. He aquí
un ejemplo donde lo requetevisto se convierte en algo insólito gracias a la descomunal
pericia de una vocalista que se basta por sí sola para encandilar a cualquier
grupo de gente. Larga vida al rock n’ roll gimnástico.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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