miércoles, 12 de junio de 2019

ZOÉ: EL SONIDO DEL ESPACIO


Sala Santana 27, Bilbao

Todos hemos pasado una época de esas en la que te da por escuchar un grupo o una canción en bucle, así en plan vuelta y vuelta. Es como si de repente no existiera ninguna otra cosa en el mundo y uno solo viviera para reproducir esa insana obsesión cada día. Un comportamiento anómalo que tal vez esconda a partes iguales cierto desequilibrio, así como melomanía en estado puro, una suerte de enamoramiento transitorio, pero de la música. Canciones o notas que te elevan de inmediato por encima de los mortales.

Pues de esta guisa pasamos una temporada con los mexicanos Zoé, a los que veíamos como unos émulos aztecas de Muse o Radiohead, pese a que más bien suponían el equivalente en su país a esa escena indie patria en la que incluiríamos nombres como Dorian, Love of Lesbian y demás. No resulta baladí que en su recopilatorio del 2010 aparezcan colaboraciones con Anni B Sweet o Vetusta Morla, entre otros artistas de un rollo similar.


Con la vista puesta en los recordados Caifanes, estos oriundos de Cuernavaca fueron escalando posiciones hasta alcanzar la popularidad extrema de la banda de Saúl Hernández y convertirse en una piedra angular del sonido de su tierra, unos representantes absolutos de una desprejuiciada vanguardia que no reivindicaba el rock en español, tampoco sus raíces folklóricas y parecía no mostrar el menor interés por la situación política del país. Sus letras enseguida revelaban que sus preocupaciones no eran para nada terrenales y que se encontraban más bien en universos o dimensiones paralelas. La enormidad del espacio.

Casi de viaje sideral pudo resultar ese parón de cinco años que sucedió entre ‘Prográmaton’ y ‘Aztlán’, su último disco, un intervalo similar que ya experimentaron después de ‘Reptilectric’ y que sirvió al vocalista León Larregui para desarrollar una carrera en solitario con dos álbumes editados. Quizás en estos prolongados descansos resida la explicación de que su paso por la capital vizcaína apenas se sintiera con una sala a medio gas en cuanto a asistencia y con abrumadora mayoría de fieles latinoamericanos. Al otro lado del charco desde luego que son profetas.

Film Noir, desenterrando la cold wave.
Abrieron la velada los ignotos Film Noir, una formación que bajo un nombre tan sibarita ejecutaba un indie rock con destellos shoegaze que tenía su punto aunque no inventaran la rueda. Sus bases programadas y su rollo franchute recordaba sobremanera a cualquier combo cold wave de los ochenta, en esa senda iban asimismo las pintas de su vocalista con botas militares y ropa de hacer aerobic. Muchos les aplaudieron, para pasar un breve rato, ni tan mal.

Y con el ánimo dirigido a los originarios de ultramar, Zoé salieron a escena entre el ritmo animado del “Cuidadito” de María Victoria, todo un emblema de la canción tradicional mexicana que a los de fuera por lo menos nos parecía bastante gracioso. Los más objetivos tampoco entendimos demasiado el griterío que se montó cuando irrumpió el carismático León Larregui con aspecto de intelectual de los años 60.

Dieron cancha en un inicio a su material más reciente, algo que a nosotros no nos entusiasmó, aunque las letras se corearan a pleno pulmón. Por ese motivo, el repertorio nos resultó un tanto pobre y anodino al comienzo, sobre todo si nos daba por pensar en la cantidad de temazos que se estaban dejando por el camino. “Nada” rompió esa dinámica monótona, a la par que incrementó las ganas de desparramar del personal, que ya eran elevadas de por sí, y “Poli” siguió en esa senda, a pesar de que incorporaran cierto aire country. “Una ranchera”, en opinión del vocalista.


Regresaron de nuevo a las piezas reposadas y hubo que luchar a veces para no dormirse de pie. Ni siquiera un corte con un título tan prometedor como “Fin de semana” valió para sacarnos del sopor. “Para esta canción, relájense”, advirtió León. ¿Más todavía?

“Vía Láctea” siempre nos resultó de lo mejor que han compuesto nunca por su inspirada letra espacial y su halo Joy Division, así que probablemente destacaríamos ese momento como de las cúspides de la velada. La peña se emocionó tanto que hasta lanzaron al escenario lo que parecía un móvil, que el voceras devolvió casi inmediatamente con exquisita educación. El frontman se hizo querer y no dudó en contarnos una historieta sobre su apellido de origen vasco, en concreto de un pueblo de Navarra, y preguntó a la concurrencia si esa zona de la península también se consideraba el País Vasco. La respuesta mayoritaria fue que sí, aunque suponemos que no tendrían en cuenta que algunos nacen donde quieren.


De su último lanzamiento destacaríamos “Hielo”, por su ambiente ochentero y con un estribillo reminiscente del mítico “(I Just) Died In Your Arms Tonight” de Cutting Crew, uno de nuestros temas preferidos de la década de los cardados y las hombreras. Y no debería caer en saco roto el prodigioso estado actual de la garganta de Larregui, que borda cada pieza igual que si las escucháramos en estudio. Otra cosa es ya que uno simpatice o no con su selección en directo.

En los bises se recrearon en un inicio en las atmósferas siderales antes de sumergirse en “Oropel” y rememorar “ritmos de Radio Futura”, en palabras de su cantante. Un corte que gana enteros en las distancias cortas con una interpretación magistral de León. Y “No me destruyas” propició que el voceras bajara las escaleras para acercarse a los fieles, con el sector femenino a punto de caramelo. Una oportunidad que aprovechó para derretir corazones arrancándose con “Paula” a capella.


Sin desviarse de ese camino, “Soñé” continuó conectando con la concurrencia por su rollo bailongo y esas guitarras en plan ‘Achtung Baby’ de U2. León dijo que había sido una noche “sorprendente”, quizás por el delirio de la afición, y lanzó vivas a España, a Latinoamérica y al rock antes de fundirse en el arrebato hippie psicodélico “Love”. La sombra de los Beatles en lontananza.

Pues al final fue un bolo aceptable, pese a un repertorio bastante mejorable en el que se echaron de menos “Dead” o “Deja te conecto”, entre muchas otras que podrían haber aportado variedad a tanto tema reposado. Eso sí, la profesionalidad de la banda sigue intachable y no conviene olvidar que en su país han adquirido tal envergadura que hasta se utiliza el término “Generación Zoé” para denominar a esos jóvenes a los que no les interesa la política y prefieren vivir el día a día. El “no future” o “carpe diem”, como lo llamaban antes. El sonido del espacio.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA



  



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