Sala Santana 27,
Bilbao
Todos hemos pasado una época de esas en la que te da por
escuchar un grupo o una canción en bucle, así en plan vuelta y vuelta. Es como
si de repente no existiera ninguna otra cosa en el mundo y uno solo viviera
para reproducir esa insana obsesión cada día. Un comportamiento anómalo que tal
vez esconda a partes iguales cierto desequilibrio, así como melomanía en estado
puro, una suerte de enamoramiento transitorio, pero de la música. Canciones o
notas que te elevan de inmediato por encima de los mortales.
Pues de esta guisa pasamos una temporada con los mexicanos
Zoé, a los que veíamos como unos émulos aztecas de Muse o Radiohead, pese a que
más bien suponían el equivalente en su país a esa escena indie patria en la que
incluiríamos nombres como Dorian, Love of Lesbian y demás. No resulta baladí
que en su recopilatorio del 2010 aparezcan colaboraciones con Anni B Sweet o
Vetusta Morla, entre otros artistas de un rollo similar.
Con la vista puesta en los recordados Caifanes, estos
oriundos de Cuernavaca fueron escalando posiciones hasta alcanzar la
popularidad extrema de la banda de Saúl Hernández y convertirse en una piedra
angular del sonido de su tierra, unos representantes absolutos de una
desprejuiciada vanguardia que no reivindicaba el rock en español, tampoco sus
raíces folklóricas y parecía no mostrar el menor interés por la situación
política del país. Sus letras enseguida revelaban que sus preocupaciones no
eran para nada terrenales y que se encontraban más bien en universos o
dimensiones paralelas. La enormidad del espacio.
Casi de viaje sideral pudo resultar ese parón de cinco años
que sucedió entre ‘Prográmaton’ y ‘Aztlán’, su último disco, un intervalo
similar que ya experimentaron después de ‘Reptilectric’ y que sirvió al
vocalista León Larregui para desarrollar una carrera en solitario con dos
álbumes editados. Quizás en estos prolongados descansos resida la explicación
de que su paso por la capital vizcaína apenas se sintiera con una sala a medio
gas en cuanto a asistencia y con abrumadora mayoría de fieles latinoamericanos.
Al otro lado del charco desde luego que son profetas.
Film Noir, desenterrando la cold wave. |
Abrieron la velada los ignotos Film Noir, una formación que bajo un nombre tan sibarita ejecutaba
un indie rock con destellos shoegaze que tenía su punto aunque no inventaran la
rueda. Sus bases programadas y su rollo
franchute recordaba sobremanera a cualquier combo cold wave de los ochenta, en
esa senda iban asimismo las pintas de su vocalista con botas militares y ropa
de hacer aerobic. Muchos les aplaudieron, para pasar un breve rato, ni tan mal.
Y con el ánimo dirigido a los originarios de ultramar, Zoé salieron a escena entre el ritmo
animado del “Cuidadito” de María Victoria, todo un emblema de la canción tradicional
mexicana que a los de fuera por lo menos nos parecía bastante gracioso. Los más
objetivos tampoco entendimos demasiado el griterío que se montó cuando irrumpió
el carismático León Larregui con aspecto de intelectual de los años 60.
Dieron cancha en un inicio a su material más reciente, algo
que a nosotros no nos entusiasmó, aunque las letras se corearan a pleno pulmón.
Por ese motivo, el repertorio nos resultó un tanto pobre y anodino al comienzo,
sobre todo si nos daba por pensar en la cantidad de temazos que se estaban
dejando por el camino. “Nada” rompió esa dinámica monótona, a la par que incrementó
las ganas de desparramar del personal, que ya eran elevadas de por sí, y “Poli”
siguió en esa senda, a pesar de que incorporaran cierto aire country. “Una ranchera”, en opinión del
vocalista.
Regresaron de nuevo a las piezas reposadas y hubo que luchar
a veces para no dormirse de pie. Ni siquiera un corte con un título tan
prometedor como “Fin de semana” valió para sacarnos del sopor. “Para esta canción, relájense”, advirtió
León. ¿Más todavía?
“Vía Láctea” siempre nos resultó de lo mejor que han
compuesto nunca por su inspirada letra espacial y su halo Joy Division, así que
probablemente destacaríamos ese momento como de las cúspides de la velada. La peña
se emocionó tanto que hasta lanzaron al escenario lo que parecía un móvil, que
el voceras devolvió casi inmediatamente con exquisita educación. El frontman se
hizo querer y no dudó en contarnos una historieta sobre su apellido de origen
vasco, en concreto de un pueblo de Navarra, y preguntó a la concurrencia si esa
zona de la península también se consideraba el País Vasco. La respuesta
mayoritaria fue que sí, aunque suponemos que no tendrían en cuenta que algunos
nacen donde quieren.
De su último lanzamiento destacaríamos “Hielo”, por su
ambiente ochentero y con un estribillo reminiscente del mítico “(I Just) Died
In Your Arms Tonight” de Cutting Crew, uno de nuestros temas preferidos de la
década de los cardados y las hombreras. Y no debería caer en saco roto el
prodigioso estado actual de la garganta de Larregui, que borda cada pieza igual
que si las escucháramos en estudio. Otra cosa es ya que uno simpatice o no con
su selección en directo.
En los bises se recrearon en un inicio en las atmósferas
siderales antes de sumergirse en “Oropel” y rememorar “ritmos de Radio Futura”, en palabras de su cantante. Un corte que
gana enteros en las distancias cortas con una interpretación magistral de León.
Y “No me destruyas” propició que el voceras bajara las escaleras para acercarse
a los fieles, con el sector femenino a punto de caramelo. Una oportunidad que
aprovechó para derretir corazones arrancándose con “Paula” a capella.
Sin desviarse de ese camino, “Soñé” continuó conectando con
la concurrencia por su rollo bailongo y esas guitarras en plan ‘Achtung Baby’
de U2. León dijo que había sido una noche “sorprendente”,
quizás por el delirio de la afición, y lanzó vivas a España, a Latinoamérica y
al rock antes de fundirse en el arrebato hippie psicodélico “Love”. La sombra
de los Beatles en lontananza.
Pues al final fue un bolo aceptable, pese a un repertorio
bastante mejorable en el que se echaron de menos “Dead” o “Deja te conecto”,
entre muchas otras que podrían haber aportado variedad a tanto tema reposado.
Eso sí, la profesionalidad de la banda sigue intachable y no conviene olvidar
que en su país han adquirido tal envergadura que hasta se utiliza el término “Generación Zoé” para denominar a esos jóvenes
a los que no les interesa la política y prefieren vivir el día a día. El “no future” o “carpe diem”, como lo llamaban antes. El sonido del espacio.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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